Friday, June 18, 2004

Tres caídas...

Los viejos, en su afán por deshacerse de las monedas, no suelen desprenderse de más de cinco céntimos, como temiendo que comiencen a apestar dentro de sus bolsillos, o por lo menos eso me atrevo a concluir pues, ¿cómo es que les gusta Yellow? Digo, puedo comprender que un inglés con el rostro encendido por el sol, ataviado con bermudas, zapato bajo y sombrero ridículo, empiece a bailar como oso en brama con Brown Eyed Girl de Van Morrison hasta al fin decidirse a colocar un euro en el estuche, pero realmente me cuesta mucho trabajo imaginar a un octagenario recordando a su amor de verano mientras canta: Look how they shine for you... pero todo puede pasar en la Barcelona ardiente, o por lo menos en el pedazo de ella que pasa por la mirada de este individuo que se suma a la gran hilera de personajes urbanos. Menos mal que no soy misántropo, o por lo menos no tanto como Enrique. De serlo, entre canción y canción me entretenería disparándole a los púberes que pasan gritando en patines o a los no tan niños que gustosos rebotan esa pelota de basket que termina por opacar la voz. Hoy fue la tercera caída, tercera, y la cuesta parece empinarse más, como si la cavernosa voz de la ciudad me gritara a un centímetro de la cara: "Estás jodido, no lo conseguirás", ¿pero conseguir qué? Si al final yo lo único que quiero es ir a un miserable bar irlandés y hablar con el dueño, seguro un tal O'Brien y decirle: "Mate, please, let me play in your bloody pub". Espero que dado el caso la empresa no sea tan difícil, pero si se pone ruda la cosa le restregaré en su rosado rostro de cejas casi albinas esa deuda histórica que tienen para con México, específicamente por habernos negado por tantos y tantos años una pintita de Guinness... salud.

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