Desde el jardín
"A mí siempre me pasan ese tipo de cosas", le dije a K. desde una especie de velero (catamarán le llaman) que te da una vuelta por el mar bajo el módico precio de nueve euros. Sólo un minuto antes mi tenis derecho había sido tragado por las profundidades de las aguas catalanas para la eternidad. Y es que sí, tras el silencio en el que nos montamos después de mi aseveración me vinieron a la cabeza todas esas peculiaridades que en ocasiones siento que sólo pueden pasarme a mí: recordé la vez que me vi atrapado por el cinturón de seguridad del asiento de mi coche en la universidad, y también de la vez que la única abeja que podía haber en todo Querétaro tuvo la ocurriencia de depositar su fatal veneno en mi nariz. Esa vez un par de avapenas y mi rostro deforme fueron suficientes para que la fémina que pretendía abordar me diera la vuelta como a toro de lidia. Supongo que lo mejor ante todo esto es meter monedas a la máquina de la autoburla, reírse para dentro y para fuera y creer que la vida, a ratos, no es muy distinta a una película de Peter Sellers. Eso sí, al regresar descalzo y con mi tenis derecho izquierdo columpiándose con tristeza en uno de mis brazos, una rebanada de melancolía entro junto conmigo al último vagón del metro y allí, ante el par de ojos curiosos que no dejaron de mirarme durante todo el trayecto, concluí que la soledad debe ser algo así como un tenis flotando en medio del océano que no se cansa de esperar.
5 Comments:
Y sí. Seguro que la soledad se parece mucho a tu tenis...
Que curioso, llevo gran parte del día (y de los días) pensando en la soledad y ahora que leo esto me doy cuenta de que siempre focalizamos en las cosas que tenemos dentro. Es como cuando una mujer embarazada tiene la sensación de ver panzonas y niños por todos lados. Más que antes. Como si depronto salieran a golpe de algún escondite todas juntas y pasaran delante de sus ojos.
Ultimamente encuentro muchísimos hombres de negro, seises, patologías psiquiátricas, soledad...
A mí una vez me picó una avispa enorme, roja y llena de patitas en el labio superior. Yo era entonces quesque director de arte de un cortometraje cucho. No pude acudir al llamado de esa noche. Argüí lo de la avispa, pero nadie me creyó. Perdí varias amistades. Aunque eso sí, ni un solo zapato.
Pinche Chuycito... Ya veo que te animaste y que tu blogg comienza a dar frutos. No es cualquier cosa eh... yo sigo con la intención de ponerle fotos al mío pero nomás no tengo tiempo, y para variar, esta semana que comienza se antoja pesada de nuevo. Y bueno... que cagado... Mis mejores deseos como siempre. Estamos en esto.
es bonita imagen que la soledad es un tenis flotando en el mar... y si piensas que lo que precedió la caída del tenis era pasar unas horas maravillosas en un katamarán navegando en el mar mediterraneo delante de la costa de barcelona, mirando el cielo azul y dejar "drift"ar los pensamientos, al lado de los mejores amigos, y, claro, con una magnífica vista al club de los 6000.
¿qué no blog es con una sola g?
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