Tuesday, July 13, 2004

Balada para K.

Se ha ido. Vuelve a esa Hamburgo nublada que sobrevivió a los bombardeos de 1942 y a los guitarrazos de los incipientes Beatles, por lo menos hasta que devolvieron a George Harrison a su natal Inglaterra porque a la edad que tenía no era legal ni que pidiera una cerveza en la barra. Fuimos a dejarla a ese aeropuerto de Barcelona que parece cansarse de todo menos de despedidas. Para no variar demasiado, la única representación masculina para los adioses corrió por mi parte... tal vez por eso al final decidí que no era oportuno quebrarme, que eran suficientes las lágrimas de E. y también las de M. quien lloró con tanto ímpetu y por tanto tiempo que parecía querer hacerlo por todos. Además hay algunos que esperamos la soledad para rompernos, o el llanto que corre hacia dentro o la canción o la línea de un libro que nos conecte con el instante en el que la persona querida desapareció de nuestra mirada. El sano ejercicio de llorar, como muchas otras cosas, también se encuentra atado a una cuestión de gustos y preferencias. La voy a echar de menos, mucho, dudo que en un futuro a alguien más le brillen tanto los ojos como a ella cuando hablaba de Audrey Hepburn, Hemingway y los caminos perdidos de Lisboa. Le gustaban también el hip hop rudo-alemán, el gin-tonic y escuchar con atención las plastas-orales y sin sentido que yo proyectaba desde mi boca insegura, desde los libros que han cambiado mi vida hasta los actos desesperados que he realizado por camibarme a mí mismo. Siempre le agradeceré eso y el que en la última noche en Barcelona haya rehusado por cinco minutos la comodidad de una mesa que le servía de almohada para oír Wonderful Tonight por una última vez, aunque tal vez no hay últimas veces, quizá la vida se vaya acomodando de tal forma que el batallón de ausencias no sea otra cosa que una fila de encuentros escondidos que juegan a la guerra. Que así sea, por el bien de todos los que aprendimos de K. que a veces no es tan malo despertarse y sentirse como una vil cucaracha y que, después de todo... The Sun Also Rises.

3 Comments:

Blogger Jorge Pedro said...

Tal parece, querido amigo, guiri entre los guiris, que las despedidas son algo así como los impuestos de la vida.

5:29 AM  
Blogger kat said...

gracias, chuy. simplemente no era capaz de leer tu blog ayer por la manana, pero al final logré leerlo sin llorar. muy dificil. maria me preguntó en el tren cuánto se puede llorar hasta secar.. pero por otro lado, no es bueno llorar por amistades tan buenas y un ano increíble? saludos a barcelona. os quiero muchísimo!

3:47 AM  
Blogger Karla said...

Es verdad... pero es un impuesto caro. Ya perdí la cuenta de los amigos que he despedido en el Prat de Llobregat. Ya hasta creo que me he ido inmunizando. Pero esta es la temporada de las despedidas, de los mails, de los recuerdos, de los cambios. El verano siempre es un poco raro, gente que se va y gente que llega. Siempre me pregunto cuando me tocará el turno de abordar el avión a mi... esto debe ser como les pasa a los viejitos en los entierros, ¿no?.

9:08 AM  

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