El Cocinero... y su amante
Ayer, como pocas veces (cuando el agotamiento gana la batalla) otra vez me dieron ganas de cambiar mi pobre reino por una cama de arroz o dormirme en el surco dibujado en medio de una frente. Y es que al final ya no supe qué había pesado más en el día, si la mínima charla que entablé con Ferran Adrià, supuestamente el mejor chef del mundo, en la que me habló de recetas, de las manos gordas con que lo ha palmeado el destino y también sobre su extraña obsesión por las mexicanísimas petroleras, todo ello registrado ya en mi grabadora por un pedazo de eternidad, o el intercambio oral que por la noche tuvimos A. y yo con respecto a ese indefinible ser llamado Amor. Se asomaba ya la madrugada y nos sentamos frente a la mesa, como para no dejar atrás el toque culinario que yo venía arrastrando, y nos mostramos uno al otro las fotografías virtuales que le habíamos tomado a tan peculiar personaje en momentos distintos de nuestras vidas, y entonces la sorpresa llegó sin avisar (y el terror también), pues las placas de A. y yo coincidían demasiado: en ocasiones el Amor era retratado como un monstruo peludo de tres cabezas, pero en otras era un ángel bellísimo, el impulso necesario para saltar a un hermoso vacío, el Todo. Mi intención, cabe decirlo, era sentarme, como cada día, frente a esta pantallita coquetona y vomitar los resultados de la ecuación cotidiana, pero me ganaron el cansancio y unas irrefenables ganas de escapar en los sueños. Entonces deseé con todas mis fuerzas olvidar por unas cuantas horas ese temido álbum de fotos, sepultar en el olvido todas sus caras, gestos, el mínimo de sus parpadeos y simplemente descansar, pero no, faltaba una nueva cita, esta vez no solicitada, con Adriá quien, sosteniendo en una bandeja de plata su famosísimo mousse de tortilla de patata, me repetía una y otra vez: No olvides, el Amor siempre entra por el estómago. Y ya no sé si por eso desperté con un poco de náusea mezclada con una felicidad infinita... rara combinación, extrañísima mezcla de ingredientes.
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