Thursday, July 22, 2004

La reflexión del cacahuate

El Ken regresó hace poco de México. Además de una maleta llena de paranoia por ver tanto policía suelto en nuestra gran ciudad, trajo otras repletas de verdaderos manjares: cajeta Coronado, cacahuates Nishikawa (no acepten imitaciones) y un par de bolsas de adobadas han acabado en tripas de mexicanos, alemanas y vascas por igual. Se le agradece, casi tanto como ese nuevo temple que se le refleja en el rostro, tan lejano ya de esas ojeras que manifestaban una carga insostenible y que alcanzaron su punto máximo hace poco más de un mes. En esa tarde no fueron suficientes ni el asado suculento ni un repertorio de canciones que cualquier d.j. de los que se dicen rockeros envidiaría. Digamos que esa tarde hasta a mí me tocaron cocolazos, cortesía del buen E., el cordobés más sarcástico que conozco (y que conoceré) en mi vida. Charlábamos sobre cualquier cosa y de repente la conversación se desvió del todo, pues se me quedó mirando con esos ojos de loco que sólo pueden botarse de esa manera cuando te toca beberte el culito de la tercera botella de vino y me soltó a bocajarro:
-          Tú tienes el mismo mal de Luampi- me dijo aseguró, con la voz ya bastante ronca.
-          ¿De quién?
-          De Luampi. Un amigo. Y el mal consiste en que te es muy fácil conquistar a alguien, pero eres pésimo para sostener una relación.
Quise decir algo pero de mi boca solamente salió un pequeño balbuceo, tan parecido a los que ahora hace mi sobrino D., pero me quedé callado. No supe qué decir. Les contaría qué fue lo que continuó esa noche, les relataría con pelos y señales la espantosa sensación que produce el saber que de repente tu casa se convierte en un abismo insalvable, en el ojo negro que todo vigila en El Señor de los Anillos, en la circunferencia maligna de donde brota la bruja del Mago de Oz pero creo que eso mejor lo reservaré para una mejor ocasión. Me conformo con decirles que todo esta anécdota se debe sólo a una frase que descubrí hace un par de días, gracias al buen F.R., y que me hubiera ayudado a salir con la elegancia de un unicornio ante la inesperada (conste que no digo falsa) acusación del cordobés errante. Y dice así: Pues sí, pero al final todos trabajamos para que llegue el destino y nos cambe los planes.
Que así se. Por mientras hoy, de vuelta a la realidad y a este presente, quiero pensar que todo es un poco menos confuso, simple, tan sencillo como el insulso entretenimiento de arrancarle la cubierta a un nishikawa antes de permitirle que duerma en tu estómago.  

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