La Giganta
No sé ni siquiera si su nombre se escriba Anne o Hanne. Lo cierto es que partirá este día de regreso a Hannover, descrita por ella misma (y varios más) como "la ciudad más fea de Alemania". Yo la veía inmensa, terriblemente enorme, lo suficiente como para en nuestros primeros encuentros este minimexicano de 1.73 metros y 58 kilos de rock no se arriesgara a hacerla enojar, temiendo que un feroz puntapié de sus larguísimas piernas o el típico pase "martillo" a dos manos me dejaran balbuceando como Elvis en su último concierto. Sin embargo, la giganta posee un corazón enorme, proporcional a su tamaño. Ni siquiera se inmutó cuando le dije que lo único que sabía de su ciudad natal era que de allí también provenía Fritz Haarmann, también conocido como "El Vampiro de Hannover", singular personaje que se refrescaba en las tardes de verano bebiendo la sangre humana de sus víctimas. Pero la sonrisa noqueó al morbo y la noche a los adioses. Ha sido la amiga más alta que he tenido (y con bastante seguridad, que tendré) en mi vida y apenas bebía una copa de vino blanco cuando las pláticas o la música hacían trastabillar al aburrimiento. Nunca la vi perder compustura ni enfadarse, y su amabilidad parecía arrancada a embajadores. Eso sí, siempre tuve ganas de que me diera un recorrido "a caballito" por las Ramblas a máxima velocidad, y que le gritara a los peatones en alemán algo así como "fuera de mi camino, perdedores". Escena algo extraña pero que me hubiese encantado protagonizar. Si la vuelvo a ver, seguro le pido el favorcito...
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