Quince
Página de diario virtual (por darle algún nombre) número quince: 5 + 1 = 6... el número imperfecto sobre mis hombros cansados, y también allí adentro, por la garganta, deslizándose como virus maligno en ese par de cuerdas vocales que de repente se quebraron mientras cantaba One de U2. Alguien me arrojó un euro, más por piedad que por mis dotes artísticas, y tiempo después, probablemente luego de pensárselo un buen rato, un guiri en plan de buen samaritano prefirió el cambalache de seis bocadillos de desconocida procedencia por una emotiva interpretación de una de las rolas de la Chapman. Al final la experiencia en el corredor de Passeig de Gracia, mejor conocido como "el túnel de la muerte", resultó harto placentera, alejada por completo de los malos augurios que alguien o algo me reveló en sueños una noche antes. Ignoro si la buena suerte se debió al aceite de gardenia que el músico que estaba antes que yo insistió en untarme sobre la mano derecha o el primer encuentro que tuve con el bobmarleyforever, a quien ya había visto, pues también pinta su rabia a guitarrazos en los muros de los pasajes subterráneos.
-Te he escuchado por ahí, tocas bien- le dije como no queriendo la cosa.
- What?- me contestó moviendo a medias las trenzas y clavando sus ojos oscurísimos, como de árabe, en mis pupilas de perro triste.
- That I've seen you round there... mmmm... what's your name?- pregunté quitado de la pena.
-Mr. X. Call me Mr. X- me contestó y luego se dio la media vuelta. Después empezó, más que a caminar, a flotar por entre innumerables cabezas. Yo me quedé viendo su espalda como tratando de deshebrar su respuesta sobre el plato de sopa, y entonces se volvió y me hizo el signo de paz con la mano derecha... qué mensajes tan extraños tenemos a veces los especímenes anacrónicos, poseen un pegamento tan especial, tan increíblemente fuerte, que horas después, cuando miraba al tal Davids tratando de salvar la honra de Holanda en el partido contra Portugal, yo no dejaba de pensar en el rasta man y en lo mucho que se parecía al futbolista de la gafa inamovible y también en que es muy raro que a mi cabeza entre más de un gol el mismo día... y el primero fue contundente.
-Te he escuchado por ahí, tocas bien- le dije como no queriendo la cosa.
- What?- me contestó moviendo a medias las trenzas y clavando sus ojos oscurísimos, como de árabe, en mis pupilas de perro triste.
- That I've seen you round there... mmmm... what's your name?- pregunté quitado de la pena.
-Mr. X. Call me Mr. X- me contestó y luego se dio la media vuelta. Después empezó, más que a caminar, a flotar por entre innumerables cabezas. Yo me quedé viendo su espalda como tratando de deshebrar su respuesta sobre el plato de sopa, y entonces se volvió y me hizo el signo de paz con la mano derecha... qué mensajes tan extraños tenemos a veces los especímenes anacrónicos, poseen un pegamento tan especial, tan increíblemente fuerte, que horas después, cuando miraba al tal Davids tratando de salvar la honra de Holanda en el partido contra Portugal, yo no dejaba de pensar en el rasta man y en lo mucho que se parecía al futbolista de la gafa inamovible y también en que es muy raro que a mi cabeza entre más de un gol el mismo día... y el primero fue contundente.
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