Volvete a tu país
Hoy es la despedida de E., mi gran amigo argentino. He de reconocer que, además de su incondicional amistad, echaré mucho de menos esa ironía liberadora que nunca dejó de escurrirse por su cada vez más escasa cabellera. “Volvete a tu país”, me decía cada vez que lo hacía enfadar o solamente para jugarme una broma por teléfono, en donde más de una vez se hizo pasar por agente de migración nomás por el gusto de escuchar cómo me temblaba la voz. A estas alturas, supongo que deberé aceptar su anunciada ausencia con el mismo sentimiento, mezcla de asombro y paciencia, con la que he recibido los inesperados diarios que cayeron en mis manos, y también así, con la misma resignación, parecida a la de un niño que observa el piso tras el regaño paternal, con la que he admitido el enrarecimiento de mi mundo a últimas fechas. Hay un olor que no reconozco, que se encuentra hurgando los rincones de mis aletas nasales. Estoy seguro de que justo ahora le está sucediendo lo mismo a E., quien tampoco puede desprenderse de esa fragancia que parece inundar todo el aire. Mi amigo, quizá no hay que irnos tan lejos, es el aroma de la más coqueta y manipuladora hija de las dudas… se llama incertidumbre. Y si te saca a bailar no la mires a los ojos ni le prestes tus oídos, ni dances con ella más de tres piezas y por favor, hazme caso, aunque sea solo por esta ocasión. Y sí, tienes razón, los abrazos nunca alcanzan, jamás son suficientes.
2 Comments:
dime una sola cosa que sea suficiente. uy, bueno, ya sé una: los supositorios, pf.
la ironía es producto del descontento, ¿no? y el descontecto sale de las mentes inteligentes, insatisfechas.
nunca den supositorios a sus hijos.
prometo leerete... en la semana o así
escríbeme
o pídele a jorge pedro mi teléfono
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