Saturday, October 02, 2004

Elvis Vive

You ain't nothin' but a hound dog
Elvis Presley

Hace diez días esparcieron las cenizas de Elvis, mi perro, por los aires del pequeño patio de la casa en México (sotegüela, habría remarcado mi abuela), que atestiguó varias de sus mejores andanzas. La verdad se merecía el modesto honor, sobre todo porque, pese a tratarse de un french-poodle (Toy Caniche), especie particularmente irritable, nerviosa, malhumorada y -¿por qué no decirlo?- francamente detestable, el seductor cuadrúpedo (porque rompió cualquier récord que yo conozca en fecundaciones perrunas), poseía una personalidad que ya quisiera cualquiera de esos ejemplares caninos de nombres impronunciables que tan de moda se han puesto entre la misma especia humana mexicana (ociosus fresus), igualmente irritable pero de atrofiado instinto, a la que le ha dado por elegir los asépticos Starbucks para ejercitar su verborrea. Y es quizá por ese férreo carácter que puedo decir sin riesgo a equivocarme que Elvis ha sido el mejor perro que he tenido, superando incluso al Gitano, pastor alemán de hermosísima estampa al que siendo pequeños mi hermano y yo gustábamos de torear con capa y traje de luces incluidos, y que un día simplemente salió por cigarros y nunca regresó. Y es que ni siquiera él poseía ese encantador toque pendenciero que Elvis, como si hiciese honor a su nombre, dejaba en la mente de quienes pudieron conocerlo. Era un bad dog puro y duro y siempre se hacía respetar, incluso entre aquellos huele traseros que le doblaban el tamaño. Durante mi última visita a México sabía que sería la última vez que lo vería. Luego de más de 15 años de darle vuelo a la hilacha poco o nada quedaba de su clásica postura de rock star y un solo colmillo sin filo se asomaba por su labio inferior, además sus ladridos, que siempre fueron más fuertes que los de cualquier presidente en informe sexenal, habían sido reducidos a simples murmullos de aguardientoso. Ya estaba muy viejo, ya no había nada que hacer. Teníamos que dejarlo ir. Eso sí, me da gusto que lo haya hecho como los grandes, rodeado abrazos y afecto. Ésa, dicen, es la mejor de las muertes… seguro.

4 Comments:

Blogger Laura said...

Ya es una estrella más, te lo aseguro.
Además, creelo o no, pero ya se ha convertido en tu ángel de la guardia.
Long live the king... I mean, Elvis.

2:23 PM  
Blogger Jorge Pedro said...

me choca que las mascotas se mueran. cuando supe de la muerte de pirruño, mi gato que vive/vivía en aguascalientes, de verdad me puse bien triste. yo siempre pensé que se escribía "azotehuela", ja. saludos, chuy. y ánimo.

9:58 AM  
Blogger Amenazza said...

Mhhh... la verdad es que nunca simpatizé con Elvis pero por la sencilla razón de que no simpatizo con las mascotas. Ya sabes... el Grinch. Aunque debemos aceptar que el colmillo solitario le daba un look de maldad que pocos perros de ese tamaño pueden presumir. Buen perro era ese Elvis.
Lo más rescatable es que por fin retomaste la actividad bloggeriana. Ya te extrañabamos por acá.

11:58 AM  
Blogger Rodrigo Flores King said...

No hay mucho que decir. Lamentable es la pérdida de un ser querido, aunque a mí siempre me pesan más las pérdidas caninas que las de cualquier otra especie. Y es que los perros son parte de uno, de verdad. Son la nobleza en cuatro patas (al menos la mayoría, ya que no haré el mismo comentario sobre el Voltron -los conocidos saben a lo que me refiero), son la mejor compañía y a veces la única. Son tan importantes para mí, que en un costado llevo un tatuaje en honor a Nunki. Así es con todos: llámese Elvis, Tau, Nunki....como sea. Lo importante es que vivieron como pocos perros: llenos de cariño, viajando de un lado para otro, sintiendose tan acompañados como nosotros de ellos: y es claro, llevamos una relación de amigos.
Por cierto que el único comparable a Elvis fue por supuesto el que le dió todo para ser un verdadero cabrón: su padre, el Toy.

6:50 AM  

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