Las Montañas
El escenario se antoja irrepetible, o no, más bien se percibe cíclico, como las leyendas y los malos ratos. Es una carretera sin nombre en una fecha inexacta. Los protagonistas son cuatro, dos en la parte delantera del auto y dos sentados atrás. Una, la madre, duerme. El infante que ya sabe hablar y que a diferencia del otro, que apenas balbucea y nació y morirá refunfuñando, es más bien regordete. Lleva quién sabe cuánto tiempo tocándose las mejillas encendidas, siempre encendidas, y de pronto empieza a llorar sin muestras de querer detenerse nunca. El padre, tal vez por instinto o por simple piedad, le pregunta los porqués de su sufrimiento y aquél contesta: "Es que las montañas se caerán sobre nosotros". El progenitor, con la paciencia de una carmelita internada en un leprosario asiático, le responde que de ninguna manera, que no pasará nada, pero el infante cachetón no entiende, no comprende aquella contestación proveniente de una hebra del cerebro que aún no ha desarrollado y que quizá persistirá atrofiado por lo menos por treinta años más, por lo que el sutil llanto de repente se transforma en una producción industrial de lágrimas. El padre mira entonces a la madre, con ganas de que su dulzura supla el Cro-Magnon que trae dentro y que le sirve cazar mamuts o conducir, pero, para su desgracia y debido a un agotamiento insalvable (y justificable), ella queda descartada por de faul. El adulto sabe entonces que justo allí y en medio de esa tarde que ya empieza a oscurecer, ha quedado tan solo como un correcaminos desplumado, y piensa... piensa como si sólo hubiese nacido para eso, como si el cogito ergo sum hubiese sido formulado por él en una noche de insomnio. Si de algo sabe y mucho es de ingeniería, de cuerpos que se convierten en masas y que obedecen a leyes físicas y de manzanas que rebotan en testas empelucadas. Entonces no lo medita ni cinco segundos más y decide apagar el coche y prender la luz empotrada en su techo de piel, y como si se tratara de una lección universitaria, explica a su hijo, a base de ecuaciones ininteligibles para un gordito de tres años obsesionado con el inestable bigote de Steve Austin, las razones científicas por las cuales sería imposible que el jeep '77 podría ser sepultado por un montón de tierra húmeda. El nene escucha atento y asiente, hasta que el último movimiento de cabeza lo vuelve a sumir en el sueño.
8 Comments:
saludos, chuy. escribe ya, anda. ¿cómo va todo? ¿cuándo vienes al df?
pos si ya vino, lo vimos en el centro mijo.... no te hagas "maniguis" mjmjmjmj
Lo que pasa es que la falta de peluca como que no hizo que le funcionara bien su cerebrito, a que si, JP?
de haber sabido le presto el canasto y que se lo ponga de casco!
el padre regresa la vista al camino con una sonrisa de triunfo comenzando a dibujarse en su rostro, la madre comienza a salir de su sueño, gira la llave de encendido y por un fragmanto de segundo se oye un estallido estridente que cubre el auto dejandolo sepultado e inexistente bajo la montaña...
el padre regresa la vista al camino con una sonrisa de triunfo comenzando a dibujarse en su rostro, la madre entre abre los ojos dando indicios de estar saliendo de su sueño, el padre gira la llave de encendido y por un fragmanto de segundo se oye un estridente estallido que cubre el auto dejandolo sepultado e inexistente bajo la montaña...
el padre regresa la vista al camino con una sonrisa de triunfo comenzando a dibujarse en su rostro, la madre entre abre los ojos dando indicios de estar saliendo de su sueño, el padre gira la llave de encendido y por un fragmanto de segundo se oye un estridente estallido que cubre el auto dejandolo sepultado e inexistente bajo la montaña...
¿mh?
Post a Comment
<< Home