Regresar y esperar
No sé a qué temerle más, si a los regresos o a las esperas. Los primeros son como películas rusas llenas de tragedia y de hermosura, citas en donde el llanto y la belleza son la misma cosa, abejas obreras que se siguen la una a la otra en el mismo panal. La espera es más semejante a una cinta de Wong Kar-wai, o para ser más exactos, una secuencia de remaches extraídos de las cámaras lentas con que Kar-wai muestra y reviste las esperas, o también pueden ser una persona rodeada de espinas, o más bien, las espinas mudas que atestiguan la forma en la que aquel individuo al que apuntan dibuja círculos en el suelo, círculos que, en vez de seguirse el uno al otro, como las abejas reinas, se confrontan como queriendo explotar sobre sí mismos, como si inútilmente quisieran borrar una figura que, al final, será el único signo inequívoco de que son hechas por alguien dotado de vida. Quizá, después de todo, tanto esperas como regresos son pequeños vómitos de existencia, secretos que huelen a rincón y que son guardados para siempre en imperfectos agujeros que no terminan de cicatrizar en el cutis de algunas montañas y templos. Hoy mismo yo confesé algo, a media voz, dentro de uno de esos diminutos abismos, lo que dije tenía que ver con esperas y regresos. Hoy espero y regreso. Hoy regreso para esperar, o espero para regresar.
Da lo mismo.
Da lo mismo.
1 Comments:
Esperaba tu regreso a esta puerta camarada.
Por razones extrañas no puedo usar otro medio más confidencial pero aquí te mando otro abrazo con la condición de que lo hagas extensivo.
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