Nuevo Año

Regresar a estas letras es como despertar con la peor cruda posible, con una de esas resacas en las que la cabeza no deja de retumbar y se tiene la sensación de que las articulaciones están llenas de clavos, pero no clavos limpios y asépticos, sino de latón y oxidados, cubiertos de un color extraño que tira al rojizo. De hecho es incluso peor, porque volver a escribir en estas páginas negras (que no cambio de color porque no sé, así como tampoco sé subir fotos, pero en realidad no me importa) es como decidir limpiar toda la casa con la mencionada resaca, con los huesos oxidados y aquellas náuseas imparables que más bien ruegan por el reposo absoluto. Tengo la mente en blanco y el corazón desbalanceado, colocados ambos en un velocímetro sin números. Soy un zombie atacado por desesperantes ataques de lucidez justo antes de comerse a su primera víctima, una ardilla amnésica en una reunión de animalitos del bosque, el diario nuevo de una quinceañera. Quiero empezar algo, algo grande o pequeño-algo-ALGO-, lo que sea, y no sé por dónde. Da igual, lo llamaré ESO y lo iniciaré esta semana. Por lo pronto -eso sí lo sé- trataré, quizá con éxito, de no llorar por los huecos que, de nuevo, han quedado vacíos…
Mi chamán inexistente, sin embargo, me dice que el 2006 será un buen año… quiero creerle.