Thursday, May 26, 2005

Turandot

Dicen… me contaron de un niño que, como tantos de su edad, odiaba los domingos. Un sentir tan habitual no sólo se debía al hecho de que siempre dejaba las tareas para el último minuto, obligándolo a contar las horas faltantes para el lunes escolar como un condenado a muerte cuenta sus últimos suspiros, o porque ese día, por lógica, es el receptor natural de todas las nostalgias de la semana. Más bien los odiaba porque nació para odiarlos, aunque mucho tuvo que ver también el que fuese en un séptimo día cuando, por primera vez y sin querer, leyó en un periódico, específicamente en El Excélsior, el caso de un rapto de menores, lo que le obligó a darse cuenta no solamente de que el mundo no era de chocolate, sino que nunca lo había sido. El dolor provocado por dicho despertar, pese a que fue muchísimo más difícil de superar que las incontables veces en que la bola de helado se estampó lentamente contra el suelo o una ignominiosa derrota en un desafío de “tapados”, fue “acolchonado”, mitigado por dos señores: Uno se llamaba Puccini y nunca lo conoció en persona. El otro era su padre y, no obstante que su nombre jamás aparecería en ninguno de los programas de Bellas Artes, cantaba el Nessun Dorma con los ojos cerrados y el pecho vibrando sin parar, de arriba hacia abajo y de un lado a otro, como si fuese un hijo de italianos que sólo sabe hacer pan y cantar o como si cada nota hubiese sido compuesta en exclusiva para él. Gracias a esas sesiones sonoras que se convirtieron en rutina, y gracias a esa última frase que salía corriendo por la garganta de su papá hasta romperse en el aire y que está dotada de tal heroicidad que provocaría que un sanguinario huno se achicopalara, el niño cambió un poco su percepción con respecto a esos domingos que, aunque sigue odiando, a veces los echa de menos en las tardes tristes... o al alba, cuando no sabe cómo vencer lo vencido.

4 Comments:

Blogger Ali Heredia said...

había una vez un niño que tambien odiaba ese dia.
un sábado por la tarde, harto de sufrir toda la semana por su inminente llegada, se armó de valor y caminó despacio hasta el calendario dispuesto a arrancarlos todos y esconderlos bajo su cama, aunque al dia siguiente su mama comprara uno nuevo.

10:32 PM  
Blogger La merde said...

Que buen texto loco.

-- La Merde --
http://lapetitemerde.blogspot.com/

10:45 AM  
Blogger Ali Heredia said...

Jesuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuus!!!

escribe otra cosa k tengo ganas de leerte!

5:45 PM  
Blogger Gerardo De la Garza, el biógrafo no oficial del Marqués de Topochico said...

Coincido con Polvo de Menta mi Chuy, ¡Ya escribe algo y no seas bolsón!

6:33 PM  

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