Rolando Borges (V)
“Era un guiri”, repitió Rolando quedito, como si estuviese confirmando cierta información secreta para sí mismo. M. optó por no contradecirlo y permaneció callada, tratando de no tomar en cuenta el par de lagrimones, porque fueron nada más dos, que se empezaron a deslizar suavemente por cada uno de los ojos de Rolando. “Era un guiri cualquiera, de veintitantos y borracho como una cuba”, dijo, sin hacer ningún ademán por limpiarse esas gotas que ya se atoraban en los bordes de su boca. “Seguramente iba con sus amigos, tan turistas y descerebrados como él, y se distrajeron y lo perdieron en algún bar de Rabal por descuido o porque querían jugarle alguna broma estúpida o porque ya los tenía hasta la madre. O quizá viajaba en pareja y su novia, después de gritarle ‘imbécil’ ciento diez veces por haber fijado la vista en el culo de alguna mulata o por coquetear con alguna barman catalana, lo abandonó a su suerte frente a una legión de chupitos para regresar a su albergue de tres estrellas y vengarse de aquel dejo de infidelidad deslizándose entre los brazos de algún backpacker italiano. Yo qué sé. Lo único que tengo en la cabeza y que no quiere salir es la imagen de sus cabellos rubios tiñéndose de algo oscuro que nunca supe si era lodo, mierda o sangre. Help me, please, help me, era lo único que le escuché decir, o más bien gritar, cuando pasé por aquel callejón de Rabal, uno de los más escondidos, y miré cómo dos paquis lo pateaban en el suelo. En un principio, sin meditarlo demasiado, me pasé de largo. Para qué me meto en pedos, pensé, pero ya sabes, a los mexicanos de vez en cuando nos entra el espíritu de Chucho el Roto o del Zorro o de Pepe El Toro o del puto Chapulín Colorado, y además andaba caliente por lo que había pasado en el Moog, de verdad furioso y con el diablo dentro, así que me regresé y me asomé apenas por la cornisa del muro que hacía esquina, te digo M., apenitas, para que no me vieran. Pese a que había muy poca luz, alcancé a ver que los paquis eran dos, ambos más bajitos que yo y lo pateaban no creas que riéndose o burlándose, sino muy serios, sin hablarse y apenas exhalando un poco de aire con cada puntapié, como si aquello fuese parte de un ritual extraño, y entonces, después de respirar hondo unas tres veces, lo único que se me ocurrió fue correr hacia ellos con lo más que me daban las piernas y gritando como un loco, como si tuviera mil simios en brama dentro. Sinceramente nunca pensé que ese acto circense surtiera efecto, pero lo cierto es que nomás me vieron y ambos paquis empezaron a correr como alma que lleva el diablo, sin observar si venía solo o no, si yo era un gigante, un enano o una monja. Thanks man, me dijo el guiri, al tiempo que le ofrecía la mano para que se incorporara, let me get you a drink… I still have the couple of beers that I stole from those brownies. Y fue allí M., justo cuando dijo brownies, despacito, deslizando cada letra por entre sus dientes blancos y sus labios lampiños, que sentí cómo un choque eléctrico, una mini nave perdida dentro de mi organismo, se deslizaba desde mi cóccix hasta la nuca, erizando todos y cada uno de mis cabellos. Brownies? You stole those beers?, le pregunté con paciencia, como si le estuviese tomando una declaración en la comisaría o como si fuese un psiquiatra interrogando al más tímido de sus clientes. Yes, me contestó sonriendo, exactly, from those mother fucker brownies, me repitió con una mueca estúpida pegada a la cara y todavía sin poderse levantar, pues yo también había dejado de ejercer fuerza en mi brazo. Come on, man, give me a hand, fue lo último que escuché. Quizá me dijo más cosas, tal vez algo como oh, don’t worry, it’s a joke, o incluso you saved my life, pero a mí solamente me retumbaba ese brownie en el cerebro, brincaba allí, con ganas, sí, me cae que la palabra parecía celebrar una fiesta o un convivio en mi materia gris. Y entonces cerré los ojos muy pero muy fuerte, solté su mano y golpee una vez con la pierna a todo lo que daba, y luego otra, y otra, no sé cuántas veces, creo que hasta que me cansé, hasta que me di cuenta que mis exhalaciones eran tan fuertes que podían escucharse a distancia. ¿Y sabes? Sabía lo que estaba haciendo, estaba borracho pero me encontraba totalmente consciente de mis actos, de que detrás de esta estúpida vida que tengo, más allá de mis discursos, de mi educación, de mi nacionalidad, de mis recuerdos y de mi supuesta bondad y proyección de tipo buena onda, hay alguien o algo malo, muy malo… Creo que si hubiese tenido más fuerza lo hubiese seguido pateando hasta matarlo, pero supongo que entre lo débil que me sentía y el hecho de que al final me entró un poco de cordura, preferí limitarme a gritarle pues toma tu pinche brownie, fascista de mierda, Schwarzenegger de tercera, guiri comemierda, aquí tienes tus colonias africanas, tu Irak y tus talibanes. Luego traté de tranquilizarme y fue ahí cuando me cercioré de que seguía respirando. Me habré quedado un minuto mirando a ese bulto que se movía tan poco, tan pausadamente que parecía haberse convertido en un tope vivo o en una banqueta orgánica dejada a media obra por albañiles científicos, y enseguida me agaché, tal vez por instinto, y recogí una mochila que estaba junto a él y en la que no había reparado anteriormente. Me la puse en la espalda y empecé a caminar a paso rápido. Y bueno, la cosa es que dos cuadras antes de llegar a tu casa, después de meditar por todo el camino en lo que había sucedido, luego de reírme varias veces como loco cada vez que pensaba que mi noche había sido tan extraña como esa película de Scorsese o como un cuento de José Agustín, sentí de repente el peso de la mochila, de la cual, la verdad, me había olvidado del todo, y la abrí. Y bueno, de entrada lo que te puedo decir es que no sé si le pertenece al guiri o a los paquis, ya que, como te digo, no la había visto sino hasta después de la madriza y además porque es una mochila común y corriente, de esas que cualquiera podría tener, pero el asunto no va por allí ni por el hecho de que adentro había un par de cervezas y media piedra de hachís, sino por esto…”.
1 Comments:
que cabrón, ni lo he leído, pero sólo quiero decir que lo estuve esperando SEMANAS...
me voy al rato a Coachella, así que te tendré que mandar mis comments más adelante...
Dale duro mi Chuy, saludos a la peña y a rockear!
Te veo pronto por allá...
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