Wednesday, March 09, 2005

Rolando Borges (III)

Y entonces Rolando, o lo que quedaba de Rolando, porque aquello que hablaba no era un hombre, sino lo que había quedado de un hombre, como pasa con aquellos que regresan a casa luego de haber estado en una guerra o quienes acaban de perder a uno de sus seres más queridos, pareció dispuesto a relatar a M. aquello que estaba a punto de hacerlo explotar. Ella me comentó que no fue sino hasta ese punto, que se dio cuenta de que el olor que salía de la boca de Rolando era realmente insoportable, con un dejo muy amargo, como si Rolando acabara de chuparse alguna moneda antigua hallada entre ruinas egipcias. Lo cierto es que ni ese detalle, ni tampoco el haberse sorprendido a sí misma tomando esa postura que tanto odiaba de su madre, consistente en las piernas cruzadas y la palma derecha descansando sobre el pecho, le importaron demasiado luego de que Rolando por fin comenzó a hablar: “No sé por dónde empezar… de verdad, M., que era una noche como todas. Fui primero a Gracia solo, al Chatelet como siempre, con mi cuaderno para ver si escribía algo aunque la neta ni siquiera lo abrí. Allí me bebí las dos cervezas y la ginebra de costumbre. De hecho tenía bastante hueva y mi intención era regresar temprano a casa, pero de repente, ya sabes, ya me conoces, me entró el diablo ese que muerde los huesos y tomé el último metro al centro. Pérame, pérame tantito…, me cuesta tanto trabajo acordarme… ¡ah sí! Llegando allí me encontré a Rogelio, el colombiano, y me dio un par de cortesías para el Moog. Le pregunté si iría después y me contestó que seguro, pero la verdad no recuerdo haberlo visto después. La cosa es que después de pensarlo por un segundo me decidí a ir. No sé si fueron los tragos o qué, pero la verdad es que de repente me sentía muy bien, como revitalizado, como si me hubiese tomado tres red-bulls al hilo, no sé… pero bueno, para no hacerte la historia larga la cosa es que finalmente entré y fui directamente a la barra. Me sirvieron otra ginebra y me la tomé casi de un sorbo, después pedí otra y justo allí, a través del vaso la vi… M., de verdad era una tía hermosa, ya sabes cómo soy de payaso y que a veces hasta parece que no me gustan las mujeres, pero esta vez presentí que era diferente. No sé, tal vez tuvo que ver el hecho de que cuando la miré me di cuenta de que también me miraba o tal vez quise pensar que también me miraba, pero lo cierto es que me entró una de esas extrañas ansiedades… pero no te lo tengo que decir M., nunca he sido de esos tipos que llegan a ligar así nomás, así que más bien me decidí a dar algunas vueltas cerca de donde estaba, a gaviotear, como dice mi papá. Ella, obviamente, no estaba sola, eran seis en total, tres chicas y tres chicos, todos con pinta de pijos. Bueno, de hecho lo eran, y lo peor de todo es que en una de esas que me acerqué y esa pequeña sospecha que venía guardando bien dentro, como cuando uno presiente que te están poniendo los cuernos, o como cuando te comes una almeja de entre muchas, de entre un coctel y una, precisamente ESA, al pasar por tu garganta, te sabe a mal, te sabe a enfermedad… bueno, pues así era mis sospecha de que eran mexicanos. Carajo, me lleva la chingada, me dije cuando los escuché hablar y confirmé mi duda, y entonces sentí algo así como una patada en el estómago, no por otra cosa sino porque en ese momento me di cuenta de que tenía que dejarla ir, de que ya no sabría cómo esa chica diría hola, sí, no, o simplemente oye no es por ser grosera pero vine con mis amigos, de que ese pelo castaño y esos ojos grandes… bueno, ya sabes que desde que llegué aquí me puse como propósito no convivir con mexicanos, quería salir de eso por razones que ni siquiera a mí me quedan demasiado claras, pero lo cierto es que trataba de repeler esa fresez a toda costa, esas charlas de qué chingón es Barcelona y de cómo extraño los pinches tacos y de soy lo máximo por mamar la cultura europea… la cosa es que de plano pensé que a la mierda, que no me iba a acercar allí ni aunque me pagaran, y de hecho ya me iba cuando uno de esos pendejos, justo el que de vista más mal me había caído, me tomó por el hombro y me dijo ‘¡A huevo! ¡Arriba Los Pumas!’ Puta madre, como que en ese momento no supe reaccionar y me limité a sonreír como un imbécil porque no sabía de qué iba el rollo y entonces bajé la mirada, te lo juro M., como si fuese en cámara lenta, como en el final de una película de Wes Anderson, hasta depositar la vista en el centro de mi pecho, nada más para corroborar que sí, efectivamente, llevaba puesto el pinche jersey que me regaló, yo creo que nada más para joder, porque bien sabe que a mí me caga el futbol, el idiota de mi primo Memo cuando vino. Estaba punto de decirle algo a ese pelón de cara roja y gafas Gucci más bien gachas, cualquier cosa que me ayudase a salir del embrollo y perderme dentro de la multitud que se movía a unos pasos de nosotros entre música pycho y pirulas, de verdad cualquier cosa, no sé, fingir, hablar como argentino y decirle que le había cambiado ese jersey a un mexicano por alguno del River, para luego dirigirle algo así como una mueca y dar la media vuelta, o tal vez ofrecerle un éxtasis para espantarlo, pero ni había comenzado a hablar cuando el resto del grupo del carirroja ya me había rodeado por completo. Te juro, M., que de verdad, no sé si por tanto ginebra, me sentí como si estuviese en una cinta de zombies y me dieron unas ganas tremendas de salir corriendo de ahí, pero para mi mala suerte la primera de los muertos vivientes en hablar fue ella, Ximena con X, la de pelo castaño y ojos grandes, y dijo cualquier idiotez como hola, desde que te vimos nos dimos cuenta de que eras mexicano o algo así, pero lo cierto es que todas esas barreras, esos muros que había decidido construir alrededor mío, cayeron como derribados por flores. Y así, en un abrir y cerrar de ojos, por debilidad, por no ser coherente con lo que pienso, todo empezó a caer en una cloaca, en un pozo de desechos, algo me olió mal pero lo ignoré, algo podía respirar en ese espacio de un par de metros cuadrados que me exigía la fuga, pero no le hice caso y me subí a la resbaladilla, y desde allí la vía natural, de hecho, el único camino, es el que se desliza hacia abajo…”
Continúa

1 Comments:

Blogger Amenazza said...

ah chirrión... ya la hiciste mucho de emoción chavo!!!

11:58 AM  

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