Wednesday, April 29, 2009
Wednesday, March 14, 2007
Nueva Dirección
Hola a todos. Algunos y algunas -siempre me siento raro con estos femeninos- ya se habrán enterado de mi mudanza. Para los y las que no, están todos y todas (¡joder!, como diría el buen Pep) invitados a ingresar a mi nueva dirección: www.purapanza.ciudaddeblogs.com; los espero con hartas ansias de ser visitado.
Mismo loco y misántropo y anti-cool guy, diferente dirección,
Allí los veo,
C.J.
p.d. Supuestamente puedo jalar todo lo que tengo en este blog hacia mi nueva casa. El problema es que ún no sé cómo. En su momento ya todos -y todas- (¿por qué no?) nos daremos cuenta.
Mismo loco y misántropo y anti-cool guy, diferente dirección,
Allí los veo,
C.J.
p.d. Supuestamente puedo jalar todo lo que tengo en este blog hacia mi nueva casa. El problema es que ún no sé cómo. En su momento ya todos -y todas- (¿por qué no?) nos daremos cuenta.
Monday, March 05, 2007
33 Años de un Mono en Europa
El 3 del 3 cumplí 33 años. Esta vez me tocó en sábado, en un sábado poco iluminado en el que una cruda terrible se pasó columpiándose por el hilo invisible que une mis párpados con la carne de mis uñas. Estaba en Frankfurt y todo parecía amable y yo nada más pensaba que tanto número tres debía significar algo parecido a estar listo, a estar preparado para las crucifixiones y las posesiones y las maldiciones y la adultez, o algo así. Pero luego tanta filosofía se esparció con un soplido sobre un pastel de chocolate acompañado de mucho aplauso en alemán, y al final mi único momento de recojo consistió en “escaparme” hacia el salón de la casa de los Reichert y cantar Like Spinning Plates bien quedito, con sordina, para que nada más yo pudiera escucharme, desearme, a mi manera, un feliz cumpleaños.
Eso fue hace dos días, Ramiro, en un sábado opaco y gris, Ramiro, como los que, sin nunca rendirse, se aparecen de este lado del charco.
Nunca pensé que lo que había escrito, Ramiro, tan pequeño, diminuto e insustancial, si te parece mejor, pudiera generar ruido en tu cabeza, menos si tomamos en cuenta de que se trató no de algo que yo hubiese pensado –discúlpame, pero las distancias no son lo mejor para sacar conclusiones- sino meramente de la reproducción de algo que había escuchado más de una vez, de algo que, de hacer empatía, de ponerme en tus zapatos, me parecería más elogio que crítica, más un motivo para esbozar una sonrisa que para considerarse insultado.
Tarado, tal vez lo soy. Quizá de no serlo estaría trabajando en México sin que me cueste tanto esfuerzo, deja ya comprarme unos tenis o ir a conciertos – porque generalmente me es imposible acreditarme, tú comprenderás-, sino simplemente sobrevivir.
Mono, Ramiro, monos somos todos. Los que estamos en Europa y los que no. Los que dirigen los gobiernos. Los que nos sentimos o vamos de pseudointelectuales y los que venden u ofrecen su “netez” a manos llenas, y también los futbolistas, los escritores, los cineastas y las putas. Monos los que callamos y los que defendemos nuestra postura. Si no fuésemos monos este mundo que tú y yo nos esforzamos en deconstruir, en comprender, en mejorar –porque me parece que en eso estamos de acuerdo- no sería lo que ahora es. Porque eso no me lo puedes negar: Si comunicamos algo, Ramiro, lo que sea, tenemos una responsabilidad. Si hay gente que nos lee y nos escucha, que nos confía su intimidad desde la ducha o el rincón de su habitación, se merece algo a cambio, algo que lo mueva por dentro, que lo haga pensar, que lo haga sentirse vivo, que lo haga sentirse mono.
Y no, Ramiro, estoy totalmente consciente de que mi “fama”, mi impacto, mi posicionamiento, como dirían nuestros queridos publicistas, no puede compararse con el tuyo. Yo soy apenas un escritor que hace periodismo en Europa y que publica a veces lo que sea para lograr hacer malabarismos con sus finanzas, para mantenerse activo, para no apagarse. Tú eres alguien que conoce mucha gente, alguien cuya voz provoca que miles de caras se iluminen diariamente, que rían, que hallen en la música una salida, escape, respuesta, motivación; que piensen. Pero eso, querido Ramiro, más allá de lo que yo pueda considerar, y que per se forma parte del sentido común, también conlleva una mayor responsabilidad. Espero, de corazón, que hasta ahora hayas cargado con ella como se debe, que duermas todas las noches tranquilo, con la mente en paz por saber que a incontables radioescuchas les has dado algo tuyo, algo que te pertenecía y que les brindas como retribución a su atención, a su cariño; que has generado en ellos inquietud, conflicto, placer, que has hecho lo que tenías en tus manos para que nadie apague la radio sintiéndose igual a como lo hacía antes de encenderlo.
Si es así, Ramiro, no tengo otra cosa que ofrecerte –y por segunda vez, porque la única ocasión en que nos vimos fue en calidad de colegas, en Benicassim (y no porque te solicitara trabajo), y me pediste que te sacara una chela del sitio reservado para prensa, cosa que hice pero al salir ya no te encontré, acción que me parece que malinterpretaste, incluso hasta ahora- es mi sincera amistad, mi apertura al diálogo… incluso una cerveza –la que nunca pude entregarte en España- y una Wurst si alguna vez vienes por este lugar donde los sábados, incluso cuando uno cumple los 33, son opacos y grises, idóneos para las conciliaciones y los olvidos.
Y disculpa, Ramiro, por lo de Ramiro. Simplemente no le vi caso a seguir abundando con las evidencias. Las interpretaciones, sean de quien sean, al final me parece que serán más divertidas e ingeniosas que lo que tú y yo podamos decir.
Eso fue hace dos días, Ramiro, en un sábado opaco y gris, Ramiro, como los que, sin nunca rendirse, se aparecen de este lado del charco.
Nunca pensé que lo que había escrito, Ramiro, tan pequeño, diminuto e insustancial, si te parece mejor, pudiera generar ruido en tu cabeza, menos si tomamos en cuenta de que se trató no de algo que yo hubiese pensado –discúlpame, pero las distancias no son lo mejor para sacar conclusiones- sino meramente de la reproducción de algo que había escuchado más de una vez, de algo que, de hacer empatía, de ponerme en tus zapatos, me parecería más elogio que crítica, más un motivo para esbozar una sonrisa que para considerarse insultado.
Tarado, tal vez lo soy. Quizá de no serlo estaría trabajando en México sin que me cueste tanto esfuerzo, deja ya comprarme unos tenis o ir a conciertos – porque generalmente me es imposible acreditarme, tú comprenderás-, sino simplemente sobrevivir.
Mono, Ramiro, monos somos todos. Los que estamos en Europa y los que no. Los que dirigen los gobiernos. Los que nos sentimos o vamos de pseudointelectuales y los que venden u ofrecen su “netez” a manos llenas, y también los futbolistas, los escritores, los cineastas y las putas. Monos los que callamos y los que defendemos nuestra postura. Si no fuésemos monos este mundo que tú y yo nos esforzamos en deconstruir, en comprender, en mejorar –porque me parece que en eso estamos de acuerdo- no sería lo que ahora es. Porque eso no me lo puedes negar: Si comunicamos algo, Ramiro, lo que sea, tenemos una responsabilidad. Si hay gente que nos lee y nos escucha, que nos confía su intimidad desde la ducha o el rincón de su habitación, se merece algo a cambio, algo que lo mueva por dentro, que lo haga pensar, que lo haga sentirse vivo, que lo haga sentirse mono.
Y no, Ramiro, estoy totalmente consciente de que mi “fama”, mi impacto, mi posicionamiento, como dirían nuestros queridos publicistas, no puede compararse con el tuyo. Yo soy apenas un escritor que hace periodismo en Europa y que publica a veces lo que sea para lograr hacer malabarismos con sus finanzas, para mantenerse activo, para no apagarse. Tú eres alguien que conoce mucha gente, alguien cuya voz provoca que miles de caras se iluminen diariamente, que rían, que hallen en la música una salida, escape, respuesta, motivación; que piensen. Pero eso, querido Ramiro, más allá de lo que yo pueda considerar, y que per se forma parte del sentido común, también conlleva una mayor responsabilidad. Espero, de corazón, que hasta ahora hayas cargado con ella como se debe, que duermas todas las noches tranquilo, con la mente en paz por saber que a incontables radioescuchas les has dado algo tuyo, algo que te pertenecía y que les brindas como retribución a su atención, a su cariño; que has generado en ellos inquietud, conflicto, placer, que has hecho lo que tenías en tus manos para que nadie apague la radio sintiéndose igual a como lo hacía antes de encenderlo.
Si es así, Ramiro, no tengo otra cosa que ofrecerte –y por segunda vez, porque la única ocasión en que nos vimos fue en calidad de colegas, en Benicassim (y no porque te solicitara trabajo), y me pediste que te sacara una chela del sitio reservado para prensa, cosa que hice pero al salir ya no te encontré, acción que me parece que malinterpretaste, incluso hasta ahora- es mi sincera amistad, mi apertura al diálogo… incluso una cerveza –la que nunca pude entregarte en España- y una Wurst si alguna vez vienes por este lugar donde los sábados, incluso cuando uno cumple los 33, son opacos y grises, idóneos para las conciliaciones y los olvidos.
Y disculpa, Ramiro, por lo de Ramiro. Simplemente no le vi caso a seguir abundando con las evidencias. Las interpretaciones, sean de quien sean, al final me parece que serán más divertidas e ingeniosas que lo que tú y yo podamos decir.
Tuesday, February 27, 2007
Un regreso (o algo así)
Me es inevitable sentir que aún no he vuelto a Berlín, que pese a que mi cuerpo pisa las calles apedreadas – que no empedradas- y el aire que respiro es tan frío que hiela los pulmones, mi cabeza sigue levitando en una especie de limbo. Pero creo también que necesitaba una sensación de este tipo para volver a la palabra escrita, una de las pocas patrias para la que no necesito papeles ni aprender un idioma ajeno al materno. Mis otras patrias, las compuestas por mis amigos, mis libros, mis discos y mis recuerdos, de una u otra manera acompañan cada una de mis mudanzas. Y me remito al ya antiquísimo último post tejido sobre esta alfombra negra: Sé que moriré lejos. ¿Pero lejos de qué?, preguntaba acertadamente alguien.
No lo sé.
Quizá lejos de cierta cordura, estabilidad o convencionalismo. Lejos de algunos sueños, vanidades, éxitos y/o sucesos en general. Lejos de un himno personal, de una identidad tan clara que puede dibujarse sobre una hoja de papel. Lejos de una religión que obligue inclinaciones de cabeza o persignaciones en todas sus modalidades. Lejos de mis resistencias más amadas.
Supongo que lejos de mí mismo.
De allí que al final concluya que todos, de alguna manera, moriremos lejos.
No lo sé.
Quizá lejos de cierta cordura, estabilidad o convencionalismo. Lejos de algunos sueños, vanidades, éxitos y/o sucesos en general. Lejos de un himno personal, de una identidad tan clara que puede dibujarse sobre una hoja de papel. Lejos de una religión que obligue inclinaciones de cabeza o persignaciones en todas sus modalidades. Lejos de mis resistencias más amadas.
Supongo que lejos de mí mismo.
De allí que al final concluya que todos, de alguna manera, moriremos lejos.
Tuesday, December 05, 2006
Blanco, blanco, blanco
No es desidia,
no es falta de tiempo,
no es rencor,
no es que en la Ciudad de México haya sido víctima de una abducción,
no es culpa de López Obrador,
no es el resultado de mirar nuevamente Chespirito,
no es que estuviese esperando a un nuevo presidente,
no es el clima de esta ciudad, tan caprichoso él,
no es que me emborrache todos los días con tequila,
no es que siga escribiendo mi novela (ojalá),
no es la tristeza,
no es que con tanto Deutsch se me haya olvidado el español.
Es solamente, quizá, que siento que no tengo nada importante que decir.
Momentos en blanco, todos tenemos.
Y tú, inocente, arroja la primera piedra. ¡Atrévete!
no es falta de tiempo,
no es rencor,
no es que en la Ciudad de México haya sido víctima de una abducción,
no es culpa de López Obrador,
no es el resultado de mirar nuevamente Chespirito,
no es que estuviese esperando a un nuevo presidente,
no es el clima de esta ciudad, tan caprichoso él,
no es que me emborrache todos los días con tequila,
no es que siga escribiendo mi novela (ojalá),
no es la tristeza,
no es que con tanto Deutsch se me haya olvidado el español.
Es solamente, quizá, que siento que no tengo nada importante que decir.
Momentos en blanco, todos tenemos.
Y tú, inocente, arroja la primera piedra. ¡Atrévete!
Tuesday, September 26, 2006
Morirás Lejos
José Emilio Pacheco lo escribió hace mucho. Lo recuerdo constantemente. Hoy más que me vestí de pesimismo y que río con las ganas de un desahuciado, y que ni siquiera cuento con el tiempo suficiente para llorar a palabras:
"Antiguos compañeros se reúnen,
somos aquello contra lo que luchamos,
a los veinte años".
Hoy sé que moriré lejos.
"Antiguos compañeros se reúnen,
somos aquello contra lo que luchamos,
a los veinte años".
Hoy sé que moriré lejos.
Friday, September 15, 2006
A una semana...
Luego de una semana en México he pasado, entre otras cosas, por esto:
Un trayecto ida y vuelta Satélite-Tlalpan y, como para ponerle luego la cereza al pastelín luego me aventé un Satélite-Polanco –también ida y vuelta- en hora pico (aunque seamos sinceros, ya prácticamente todas las horas podrían obedecer a tal descripción).
La nada agradable contemplación de 34 Close-Ups de López Obrador, 47 de Calderón y 25 de Fox.
Diez minutos leyendo en un TVNotas una entrevista a Chuchito (ex Chiquilladas), en la que éste confesaba que cuando era niño le entraba a la coca con una gula que habría ruborizado a Drew Barrymore.
El retraso de mis dos maletas, perdidas o en Londres o en Nueva York o en Berlín. La primera llegó cinco días después y la segunda nueve.
Cincuenta minutos en llamadas (de los que solamente pude hablar siete) a British Airways México y otros setenta a Mexicana para, claro, conocer al menos el paradero de mis maletas. Nunca logré que al menos me dieran dicha información.
Dos horas de “algo” de Campeones (no recuerdo el nombre). Telenovela del tipo niña-rica ama a basurero pobre y boxeador que transmite TV Azteca. ¡Yiiiisus!
Media hora de un The E True Hollywood Storie sobre Paris Hilton (me sentí orgulloso de poseer su porno-video-home).
50 horas investigando en Internet sobre James Bond (incluso tuve que tragarme tres veces la biografía de Timothy Dalton).
Tres ataques de pánico y unos trece de pequeña ansiedad.
Avistar las imágenes de muertos, muertos y más muertos escurriéndose por la televisión.
Atestiguar que hay Starbucks en cada esquina, siempre y cuando no se halle un McDonald’s o un Domino’s o un Sanborn’s o una tradicional taquería.
Terribles dolores estomacales, agruras, acidez y una inevitable desconfianza hacia el próximo taco.
Constatar que los perros mexicanos, a diferencia de los alemanes, sí ladran.
Unas tremendas ganas de regresarme.
Unas tremendas ganas de quedarme.
Un trayecto ida y vuelta Satélite-Tlalpan y, como para ponerle luego la cereza al pastelín luego me aventé un Satélite-Polanco –también ida y vuelta- en hora pico (aunque seamos sinceros, ya prácticamente todas las horas podrían obedecer a tal descripción).
La nada agradable contemplación de 34 Close-Ups de López Obrador, 47 de Calderón y 25 de Fox.
Diez minutos leyendo en un TVNotas una entrevista a Chuchito (ex Chiquilladas), en la que éste confesaba que cuando era niño le entraba a la coca con una gula que habría ruborizado a Drew Barrymore.
El retraso de mis dos maletas, perdidas o en Londres o en Nueva York o en Berlín. La primera llegó cinco días después y la segunda nueve.
Cincuenta minutos en llamadas (de los que solamente pude hablar siete) a British Airways México y otros setenta a Mexicana para, claro, conocer al menos el paradero de mis maletas. Nunca logré que al menos me dieran dicha información.
Dos horas de “algo” de Campeones (no recuerdo el nombre). Telenovela del tipo niña-rica ama a basurero pobre y boxeador que transmite TV Azteca. ¡Yiiiisus!
Media hora de un The E True Hollywood Storie sobre Paris Hilton (me sentí orgulloso de poseer su porno-video-home).
50 horas investigando en Internet sobre James Bond (incluso tuve que tragarme tres veces la biografía de Timothy Dalton).
Tres ataques de pánico y unos trece de pequeña ansiedad.
Avistar las imágenes de muertos, muertos y más muertos escurriéndose por la televisión.
Atestiguar que hay Starbucks en cada esquina, siempre y cuando no se halle un McDonald’s o un Domino’s o un Sanborn’s o una tradicional taquería.
Terribles dolores estomacales, agruras, acidez y una inevitable desconfianza hacia el próximo taco.
Constatar que los perros mexicanos, a diferencia de los alemanes, sí ladran.
Unas tremendas ganas de regresarme.
Unas tremendas ganas de quedarme.