Friday, July 30, 2004

Al maestro con cariño

Ayer fue su despedida, por lo menos la que reservó para nosotros y que posee carácter de oficial. En realidad se puede decir que coincidimos en pocas ocasiones, pero todas y cada una de las veces en que nos vimos aprendí algo nuevo, al punto que después de darnos la mano al concluir nuestras reuniones el mundo se me vislumbraba tan limitado como abierto, digno de ser explorado hasta el cansancio. Su verborrea, exquisita y llena de anécdotas, ha sido una de las mejores cosas con las que me he tropezado en Barcelona. Para ser sincero, nunca pensé que después de vernos por primera vez, so pretexto de hacerle una entrevista, terminaría tomándole un cariño inusitado, como el que se tiene por todos aquellos maestros que han quedado impregnados en una memoria sin salidas. Ha sido la entrevista más difícil de mi vida, sobre todo porque yo leía gustoso sus libros siendo adolescente, con lo que un sumo respeto hacia su persona ya era cosa anticipada, y con junto a él también un manojo de nervios incontrolable. Me temblaba la voz y mi cara adquirió todas las variedades del rojo pero él, tal vez gracias a su innegable sensibilidad y “don de gente”, rompió el hielo ayudado por un par de vodka-tonics y una porción de aceitunas rellenas. Al terminar mis cuestionamientos, me pidió que apagara la grabadora y a bocajarro me pidió que le contara quién era, qué hacía. ¿Y qué le puedes decir a alguien como J., quien sabe tanto de todo? Salí de allí sintiéndome un idiota, sensación que se ha atenuado un poco con el tiempo y con una relación que, tan extraña como agradablemente, ha tomado el cariz de amistad honesta e incondicional. Sí, ahora es mi amigo y estoy orgulloso de ello, no por la imagen de escritor respetado que representa, sino por la hermosa persona que es. Tal vez no lo sabe pero incluso desde antes de conocerlo ya lo consideraba mi maestro, un modelo a seguir, y eso es algo que no quiero cambiar aunque choquemos en un futuro las copas por los momentos que tejimos en el pasado. Lo echaré de menos y el Wembley, Su Bar, ya no será el mismo, aunque seguramente regresaré allí algún día para tomarme un vodka tonic o ¿por qué no? un Torres 5 frente su silla vacía, siempre pegada a la ventana. A tu salud J., a tu salud.

Thursday, July 29, 2004

Náusea 1

Hice todo porque no volviera nunca más pero regresó, desde anteayer, si es que alguna validez tienen los datos precisos para estos casos. Lo vi de frente y quise aguantarle la mirada pero no pude, allí se asomaba detrás de mis ojos de perro triste, en un sitio que estoy seguro que no encontraría aunque pudiera meter un dedo y escarbarme los sesos. Mi rostro entonces exploró la innumerable variedad que poseen los músculos faciales, desde aquel que denota la impotencia más dramática hasta el que refleja un innegable estado iracundo, y su color normal pasó de su habitual blanco-rosáceo hasta el blanco absoluto, como el de los vampiros y las paredes de los edificios gubernamentales. Quise torearlo, esquivarlo, pedirle clemencia o por lo menos hacer un trato para que se dejara caer sobre mí sin prisas pero no me escuchó, nunca escucha, su crueldad no tiene límites y las noches en que viene a visitarme no están apuntadas en ninguna agenda. No necesita citas y prescinde de súplicas, ruegos y clemencias. No sé cuánto tiempo más se quede en mi casa, durmiendo sobre mis sábanas y bebiendo sin pedir permiso mis tazas de té matutino, usando mi cepillo de dientes, jugando con el gato y firmando por mí palabras que salen de su escondite. Por lo menos y si es que de algún consuelo sirve sé que tiene un nombre: se llama Miedo.     

Tuesday, July 27, 2004

Antes y después

Antes de Fahrenheit 9/11:
Me siento tonto, como una lombriz necia en encontrar una nariz inexistente. No encuentro las palabras precisas, ni siquiera la posición adecuada en esta silla, en este cuarto en el que el calor me hace sudar gotas gordas que se escurren por mi frente estrecha, por estas barbas que ajenas a mi consentimiento, no dejan de crecer. Hay pocas sensaciones tan desagradables como sentirse un estúpido que un día de verano se acerca peligrosamente a la desconfianza propia. Carlos Jesús hace su esfuerzo pero, ¿es suficiente? ¿Por lo menos como para alejarlo, como diría Arreola, de no ser otra cosa que  el bufón de su propio espectáculo? Y sí, sí hay algo peor que un par de preguntas lanzadas desde la terquedad al viento que todo arrastra, y se llama autocompasión.

Después de Fahrenheit 9/11:
No soy menos estúpido, pero hay imbéciles mayores a quienes no me queda otra cosa que, de corazón, compadecer como a un niño que, aislado de cualquier contacto humano, no deja de vomitar sangre sobre un pupitre vacío…  

Equilibrio

Charla recogida entre tres alemanes, una catalana y un mexicano silencioso:
Alemán 1: Por más que se critique a los Estados Unidos (yo también lo hago) el capitalismo, por lo menos desde el punto de vista práctico, ha servido… el comunismo simplemente…mmmm… no sirve.
Catalana: Ya lo sé W., no me lo tienes que decir. Claro que el comunismo no sirvió, al igual que muchas otras cosas, pero siempre es necesaria la existencia de una utopía.
Alemana 2: Sí, las utopías por lo menos permiten la posibilidad de un equilibrio.
Catalana: Eso… ya no hay equilibrio.
Yo por dentro: ¿Todavía existirá un espacio para una nueva utopía?, ¿cuál?
Silencio… creo que todos pensábamos lo mismo.

Sunday, July 25, 2004

La vida es un pic-nic

Aquí estoy de nuevo, acabado de bañar (caray, el verbo duchar se me está pegando cada vez más, por poquito y doy el resbalón), y lo hice escuchando el primer disco de Fobia que tan buenos recuerdos me trae. Para varios de los que formábamos parte de La Última Versión, grupo ya desaparecido que en mis inicios tras la tinta definí mamonamente como perteneciente al género neo-psicodélico-pop, los cinco sureños del microbito eran nuestro modelo a seguir. Nos costó muchas tocadas pero al final conseguimos abrirles un concierto que nunca olvidaremos en el mítico Rockotitlán. Sobra decir que el lugar estaba abarrotado y que el respetable nos hizo sentir como verdaderos rock stars. Recuerdo que durante sound check los fobios, que apenas y nos hablaron (de no ser el Cha, quien siempre parece estar para todos), Leonardo cantó Disarm de los Smashing Pumpkins con la acústica y a mí se me puso la piel de gallina. En ese momento no tenía idea de que me lo iba a volver a encontrar en la vida para entrevistarlo, ya tras su decadente y nada envidiable carrera como solista y en su posición como embajador de Louis Vuitton en México (cosas peores se han visto), y mucho menos que después de un tiempo, ya sin Gabriel Kuri, los peculiares cibernoides se iban a escuchar nuevamente en algún foro de la ciudad. A mí esto último como que no me acaba de convencer, prefiero guardarme esos pequeños mitos morbosos que circulaban entre la escena de grupillos underground de aquella época y que decían que todos los fobios eran bisexuales, que se disfrazaban de mujer para entrar al Rock-Stock y que el más macizo de los cinco era Paco Huidobro. Ahora como que todo se ha vuelto más aburrido (incluyéndome), la asepsia está a la orden del día, el rock hecho en México sufre una de sus peores crisis, los ex de La Última Versión guardamos varios sueños en la gaveta y la vida, de estarse pudriendo, de un día a otro se convirtió en un pic-nic... y eso sí que da miedo.  

Saturday, July 24, 2004

Meeting people is easy

Ahí lo tengo guardadito, como si estuviese escondido, y es que a veces no me queda otra pues corro el riesgo de que me derribe, de que me introduzca en ese hueco en el que tantas veces he estado y del que cada vez más me cuesta salir, por eso no he hecho uso de él últimamente, porque puede convertir la más sutil de mis melancolías, si no en una depresión crónica, por lo menos sí en una angustia parecida a la sensación de estar masticando jabón. Y tras el jabón no hay otra salida que la náusea, el vómito imparable de tristezas y frustraciones y las cosas que se pudieron haber dicho pero se guardaron bajo la cama. Hoy, sin embargo, está otra vez conmigo, mirándome, más bien hablándome desde su inmortalidad asegurada, desde su lamento dulce, como de niños no bautizados presos para siempre en el purgatorio. Es increíble la manera en que uno de sus fraseos de notas te pueden guiar hacia el cielo para tocarlo y hacer figuras con las nubes, para un segundo después mojarte con la lluvia y gritarte que la tempestad nunca acabará y que a Londres, a esa Londres asfixiante y de neblina insaciable todos la llevamos dentro. Supongo que todo esto hace que para mí O.K. Computer continúe siendo un compendio de doce temas aptos para ilustrar la geografía de mi vida, tan uniforme como la hilera de dientes de un tiburón. Debo seguir respirando…       

Hoyos

Ayer E., yo y con seguridad todos los que nos reunimos un día antes pagamos nuestras respectivas penitencias por el convite nocturno del jueves. A mi me dio por acordarme a media tarde de esas crudas que relataba Bukowski y que parecen cuentos para asustar a los niños, pero valió la pena, no solo porque el nada recomendable Baja Beach me hizo recordar mis andanzas de adolescente por su hermano tercermundista acapulqueño (de nombre Disco, mismo apellido), o por las increíbles ocurrencias de D., mexicana forrada de shaloms y sonrisas a quien también echaré de menos después del lunes próximo, día en que regresará a México con un collar de hazañas, sino también por la presencia del buen P. quien, con Tijuana bien dentro y varios kilos de más, me demostró que el tiempo camina también para atrás y que su desplazamiento cangrejezco te permite reconocer quién eres y cuáles son aquellos hombros en los que siempre podrás recargar la cabeza cuando el peso de la vida te doble. Nos despedimos y como que a los dos nos entraron unas extrañas ganas de llorar, esta vez no por la tristeza de saber que seguramente pasarán varios años para que vuelvan a cruzarse nuestros caminos, sino por la alegría sutil pero profunda que nos regaló el encuentro, uno más de esos que se dan por millares en este puerto que, silencioso, atestigua el constante reciclaje de almas y la forma en que, como hoyos en la arena, nos llenamos para podernos vaciar…  

Thursday, July 22, 2004

La reflexión del cacahuate

El Ken regresó hace poco de México. Además de una maleta llena de paranoia por ver tanto policía suelto en nuestra gran ciudad, trajo otras repletas de verdaderos manjares: cajeta Coronado, cacahuates Nishikawa (no acepten imitaciones) y un par de bolsas de adobadas han acabado en tripas de mexicanos, alemanas y vascas por igual. Se le agradece, casi tanto como ese nuevo temple que se le refleja en el rostro, tan lejano ya de esas ojeras que manifestaban una carga insostenible y que alcanzaron su punto máximo hace poco más de un mes. En esa tarde no fueron suficientes ni el asado suculento ni un repertorio de canciones que cualquier d.j. de los que se dicen rockeros envidiaría. Digamos que esa tarde hasta a mí me tocaron cocolazos, cortesía del buen E., el cordobés más sarcástico que conozco (y que conoceré) en mi vida. Charlábamos sobre cualquier cosa y de repente la conversación se desvió del todo, pues se me quedó mirando con esos ojos de loco que sólo pueden botarse de esa manera cuando te toca beberte el culito de la tercera botella de vino y me soltó a bocajarro:
-          Tú tienes el mismo mal de Luampi- me dijo aseguró, con la voz ya bastante ronca.
-          ¿De quién?
-          De Luampi. Un amigo. Y el mal consiste en que te es muy fácil conquistar a alguien, pero eres pésimo para sostener una relación.
Quise decir algo pero de mi boca solamente salió un pequeño balbuceo, tan parecido a los que ahora hace mi sobrino D., pero me quedé callado. No supe qué decir. Les contaría qué fue lo que continuó esa noche, les relataría con pelos y señales la espantosa sensación que produce el saber que de repente tu casa se convierte en un abismo insalvable, en el ojo negro que todo vigila en El Señor de los Anillos, en la circunferencia maligna de donde brota la bruja del Mago de Oz pero creo que eso mejor lo reservaré para una mejor ocasión. Me conformo con decirles que todo esta anécdota se debe sólo a una frase que descubrí hace un par de días, gracias al buen F.R., y que me hubiera ayudado a salir con la elegancia de un unicornio ante la inesperada (conste que no digo falsa) acusación del cordobés errante. Y dice así: Pues sí, pero al final todos trabajamos para que llegue el destino y nos cambe los planes.
Que así se. Por mientras hoy, de vuelta a la realidad y a este presente, quiero pensar que todo es un poco menos confuso, simple, tan sencillo como el insulso entretenimiento de arrancarle la cubierta a un nishikawa antes de permitirle que duerma en tu estómago.  

Wednesday, July 21, 2004

Mi amigo Thunder

Thunder está a tope, no le he puesto un nivel más porque independientemente a que no hay tal estoy seguro de que una mayor velocidad de las aspas cubriría todo de pelos de gato, y hay pocas cosas tan peligrosas para un hipocondriaco que pelusa de minino bailando con las cenizas sobre la mesa de trabajo. He estado encerrando aquí todo el día, escribiendo, arrancando a la red algunos acordes con los que pretendo emular al pesado de Julian Casablancas... pretendo mantenerme ocupado, fabricar la simbiosis perfecta entre mi mente y el ssssssssss de ese Thunder que se ha convertido en mi mejor amigo y que compré en una tienda de pakis por 15 euros. Barcelona arde como nunca y, tal y como le hice saber a un amigo, este calor de Camus se me mete con tal agresión por entre dermis y músculo que no me faltan deseos de ir a caminar a la playa y descontarme a cualquier catalán mal encarado, sé que podría, al igual que Mersault, centrar mi objetivo en un paki, pero no sería políticamente correcto y además nos quedaríamos sin uno de esos gentiles caballeros que nos proveen de cervezas frías en Plaza Real. Ni hablar, en dado caso mejor le aplico la rana invertida a un guiri-red-face a la salida de algún McDonalds, total, dudo que alguien extrañe con demasiada fuerza a un irlandés pecoso que pretende bajarse quince guinness al hilo con tres Big Mac... qué violencia y qué calor, y qué calor que mueve a la violencia... lástima que en el fondo no haré nada de esto, más que por razones morales o éticas, debido a la pereza que me da encontrarme con el calor de fuera, tan lejos de Thunder y de esta máquina de sonrisitas, tan distante de esta melancolía salada de aire artificial y barato... ssssssssss... 

Tuesday, July 20, 2004

Insomnia

Hoy me di cuenta que el calor de julio puede encontrar cierto alivio en las cosas más simples. Bastan un par de llamadas sorpresa recibidas a un aparato que dejó de ser celular tras su hispanización y el conocer al primer músico catalán que sí sonríe desde dentro pese a tener un nombre tan infame como Uriol. Es suficiente también un hasta hoy olvidado maratón de películas que, entre otras cosas, te permite comprobar que Lost in Translation es, en efecto, un buen filme, aunque sea sólo porque crees estar del todo seguro de cuáles fueron las palabras invisibles que pronuncia Bill Murray (porque las has dicho y/o porque las sigues guardando), y que el ceño fruncido que Val Kilmer no abandona en Spartan le continúa dando un toque tan mamón como desde que interpetó al insufrible Ice Man en la no menos intragable (aunque clásica) Top Gun. Sí, a las cosas sencillas les da también por derretirse bajo el sol, restregar sobre tus poros brillantes esa brocha mojada de inocencia que alguien o algo te arrebató un día sin que supieras porqué. Me cuesta mucho, pero mucho trabajo dejarme guiar por entre esos mares tranquilos sin que un pedazo de ancla se siga arrastrando por la arena, frenándome, llevándome a pensar que la cascada está próxima y que todo apunta a una caída inevitable... la pregunta es: ¿cuál es su verdadero tamaño?    

Monday, July 19, 2004

Hormigas

Miraba el techo de la casa de campaña y no podía dejar de pensar en las hormigas que lo tapizaban, por no decir lo invadían con la misma ira de un grupo de hunos con gastritis. Había de dos tipos distintos: la típica pequeñita negra que supongo habita todo rincón del mundo y otra más grande que nunca había visto y a la que bastaba acercarse un poco más para mirar con miedo el tamaño de sus mandíbulas. Cerré los ojos y de repente todo se perdió, incluyendo la risa de E. que siempre parece que todo rompe... de hecho todo lo rompe menos los recuerdos. Y entonces me encontraba de nuevo allí, a los tres años, sentado y seguramente comiendo tierra, como todos los niños lo hacen a esa edad. Mi madre, a lo lejos, no se daba cuenta de que mis gateos me habían situado sobre un hormiguero, y tal vez no lo hizo sino hasta que una mancha negra cubrió gran parte de mis pequeñísimas extremidades y el llanto sin pausas y ahogado se instaló en mis vocales... pensé, o más bien, me acordé de eso hasta que abrí de nuevo los ojos y allí estaba, cercado por nubes violetas, el hombre-hormiga, el hombre-araña, la pesadilla amable, el Señor Robert Smith. Y no, no fue en Plain Song, ni en In Between Days, y ni siquiera en ese castigador encore con tres de Seventeen Seconds al hilo, sino hasta la última, Faith, que me imaginé con angustia cuál sería mi reacción si una lluvia de hormigas cayera sobre nosotros: ese momento habría sido el ideal cinematográficamente hablando, Dalí lo habría amado y la lluvia, al final, habría continuado siendo arte, tal y como dicta el mito gallego. Pero no, nada de esto pasó y al final, cuando volví a la tienda lo único que me esperaba en ese hueco era una ansiedad sutil, casi agradable, tan parecida a esa sensación de tragarse una legión de hormigas sin masticar, para que sigan moviéndose en el estómago... y cuando desperté, la hormiga seguía allí, jugando con la sonrisa de E y con mis recuerdos atados a la nuca, como siempre...    

Wednesday, July 14, 2004

Nota

Siento las molestias causadas por la repetición de los textos... fallas de origen, supongo. Hasta pronto.

Pausa obligada...

Otra cuenta regresiva. Esta vez, con justicia, una vestida con ciertos toques de euforia. En unas horas parto hacia Galicia, provincia, estado, región que algún romántico tan exagerada y a ratos estúpidamente romántico como yo, bautizó en algún momento del tiempo que todo mira como "el lugar donde la lluvia es arte y Dios se sentó a descansar". Sólo que descanso no habrá mucho, lluvia espero que tampoco y Dios, bueno Dios siempre está en todos lados, sobre todo si sale despedido por el aire desde la guitarra de R. Smith y esa nota en algún tono mayor con la que inicia Plain Song... festival del Xacobeo le dicen, redención con el Yo le llamo desde este taburete desde el que no podré asomar, tristemente por algunos días, pero si todo sale bien, si la muerte a medias no me alcanza, si el alma no me es removida por algún hechizo celta y si mis neuronas atolondradas me lo permiten, volveré a estas páginas en blanco para relatarles qué náuseas me asaltaron durante el peregrinaje a ese Santiago que parece decidido a quebrarme, a romperme el espíritu, a recuperar y unir los restos de esta fe ciega que sigue vendada... espero que después todo siga igual... espero que después todo sea distinto... a saber.

...

Otra cuenta regresiva. Esta vez, con justicia, una vestida con ciertos toques de euforia. En unas horas parto hacia Galicia, provincia, estado, región que algún romántico tan exagerada y a ratos estúpidamente romántico como yo, bautizó en algún momento del tiempo que todo mira como "el lugar donde la lluvia es arte y Dios se sentó a descansar". Sólo que descanso no habrá mucho, lluvia espero que tampoco y Dios, bueno Dios siempre está en todos lados, sobre todo si sale despedido por el aire desde la guitarra de R. Smith y esa nota en algún tono mayor con la que inicia Plain Song... festival del Xacobeo le dicen, redención con el Yo le llamo desde este taburete desde el que no podré asomar, tristemente por algunos días, pero si todo sale bien, si la muerte a medias no me alcanza, si el alma no me es removida por algún hechizo celta y si mis neuronas atolondradas me lo permiten, volveré a estas páginas en blanco para relatarles qué náuseas me asaltaron durante el peregrinaje a ese Santiago que parece decidido a quebrarme, a romperme el espíritu, a recuperar y unir los restos de esta fe ciega que sigue vendada... espero que después todo siga igual... espero que después todo sea distinto... a saber.

Pausa obligada

Otra cuenta regresiva. Esta vez, con justicia, una vestida con ciertos toques de euforia. En unas horas parto hacia Galicia, provincia, estado, región que algún romántico tan exagerada y a ratos estúpidamente romántico como yo, bautizó en algún momento del tiempo que todo mira como "el lugar donde la lluvia es arte y Dios se sentó a descansar". Sólo que descanso no habrá mucho, lluvia espero que tampoco y Dios, bueno Dios siempre está en todos lados, sobre todo si sale despedido por el aire desde la guitarra de R. Smith y esa nota en algún tono mayor con la que inicia Plain Song... festival del Xacobeo le dicen, redención con el Yo le llamo desde este taburete desde el que no podré asomar, tristemente por algunos días, pero si todo sale bien, si la muerte a medias no me alcanza, si el alma no me es removida por algún hechizo celta y si mis neuronas atolondradas me lo permiten, volveré a estas páginas en blanco para relatarles qué náuseas me asaltaron durante el peregrinaje a ese Santiago que parece decidido a quebrarme, a romperme el espíritu, a recuperar y unir los restos de esta fe ciega que sigue vendada... espero que después todo siga igual... espero que después todo sea distinto... a saber.

Pausa obligada

Otra cuenta regresiva. Esta vez, con justicia, una vestida con ciertos toques de euforia. En unas horas parto hacia Galicia, provincia, estado, región que algún romántico tan exagerada y a ratos estúpidamente romántico como yo, bautizó en algún momento del tiempo que todo mira como "el lugar donde la lluvia es arte y Dios se sentó a descansar". Sólo que descanso no habrá mucho, lluvia espero que tampoco y Dios, bueno Dios siempre está en todos lados, sobre todo si sale despedido por el aire desde la guitarra de R. Smith y esa nota en algún tono mayor con la que inicia Plain Song... festival del Xacobeo le dicen, redención con el Yo le llamo desde este taburete desde el que no podré asomar, tristemente por algunos días, pero si todo sale bien, si la muerte a medias no me alcanza, si el alma no me es removida por algún hechizo celta y si mis neuronas atolondradas me lo permiten, volveré a estas páginas en blanco para relatarles qué náuseas me asaltaron durante el peregrinaje a ese Santiago que parece decidido a quebrarme, a romperme el espíritu, a recuperar y unir los restos de esta fe ciega que sigue vendada... espero que después todo siga igual... espero que después todo sea distinto... a saber.

Pausa obligada

Otra cuenta regresiva. Esta vez, con justicia, una vestida con ciertos toques de euforia. En unas horas parto hacia Galicia, provincia, estado, región que algún romántico tan exagerada y a ratos estúpidamente romántico como yo, bautizó en algún momento del tiempo que todo mira como "el lugar donde la lluvia es arte y Dios se sentó a descansar". Sólo que descanso no habrá mucho, lluvia espero que tampoco y Dios, bueno Dios siempre está en todos lados, sobre todo si sale despedido por el aire desde la guitarra de R. Smith y esa nota en algún tono mayor con la que inicia Plain Song... festival del Xacobeo le dicen, redención con el Yo le llamo desde este taburete desde el que no podré asomar, tristemente por algunos días, pero si todo sale bien, si la muerte a medias no me alcanza, si el alma no me es removida por algún hechizo celta y si mis neuronas atolondradas me lo permiten, volveré a estas páginas en blanco para relatarles qué náuseas me asaltaron durante el peregrinaje a ese Santiago que parece decidido a quebrarme, a romperme el espíritu, a recuperar y unir los restos de esta fe ciega que sigue vendada... espero que después todo siga igual... espero que después todo sea distinto... a saber.

Tuesday, July 13, 2004

Pi

Si fuera otro me pasaría contando los minutos. Obsesión no me falta, para tenerla me bastaría con pararme y sacarla del armario, pero hay algo que me dice que las cuentas regresivas esta vez no valen la pena, y que la vil y sencilla aritmética no deben mezclarse con ciertas emociones. No hay nada peor que sumar el dolor como si fueran manzanas o hacer el esfuerzo por restar las penas sobre hojas cuadriculadas, pero quizá sí hay algo que resume un coctel de fatalidades: creerse el arquitecto de uno mismo, dibujarse el dentro con dedicación absoluta a punta de compás y regla y descubrir que allí, justo donde debe ir el corazón no hay mas que una sombra ausente de colores circundada por un círculo que quedará abierto por siempre...

Balada para K.

Se ha ido. Vuelve a esa Hamburgo nublada que sobrevivió a los bombardeos de 1942 y a los guitarrazos de los incipientes Beatles, por lo menos hasta que devolvieron a George Harrison a su natal Inglaterra porque a la edad que tenía no era legal ni que pidiera una cerveza en la barra. Fuimos a dejarla a ese aeropuerto de Barcelona que parece cansarse de todo menos de despedidas. Para no variar demasiado, la única representación masculina para los adioses corrió por mi parte... tal vez por eso al final decidí que no era oportuno quebrarme, que eran suficientes las lágrimas de E. y también las de M. quien lloró con tanto ímpetu y por tanto tiempo que parecía querer hacerlo por todos. Además hay algunos que esperamos la soledad para rompernos, o el llanto que corre hacia dentro o la canción o la línea de un libro que nos conecte con el instante en el que la persona querida desapareció de nuestra mirada. El sano ejercicio de llorar, como muchas otras cosas, también se encuentra atado a una cuestión de gustos y preferencias. La voy a echar de menos, mucho, dudo que en un futuro a alguien más le brillen tanto los ojos como a ella cuando hablaba de Audrey Hepburn, Hemingway y los caminos perdidos de Lisboa. Le gustaban también el hip hop rudo-alemán, el gin-tonic y escuchar con atención las plastas-orales y sin sentido que yo proyectaba desde mi boca insegura, desde los libros que han cambiado mi vida hasta los actos desesperados que he realizado por camibarme a mí mismo. Siempre le agradeceré eso y el que en la última noche en Barcelona haya rehusado por cinco minutos la comodidad de una mesa que le servía de almohada para oír Wonderful Tonight por una última vez, aunque tal vez no hay últimas veces, quizá la vida se vaya acomodando de tal forma que el batallón de ausencias no sea otra cosa que una fila de encuentros escondidos que juegan a la guerra. Que así sea, por el bien de todos los que aprendimos de K. que a veces no es tan malo despertarse y sentirse como una vil cucaracha y que, después de todo... The Sun Also Rises.

Saturday, July 10, 2004

Yo también soy Erasmus

Un verano indefinido e indefinible llega a la Barcelona muda y yo, yo sólo sigo diciendo adiós en incómodos abonos a varias de las personas con las que conviví poco menos de un año. Curiosamente, sin imaginarlo y como en contadísimas ocasiones, esta vez me toca ser la figura patética que se queda en el puerto y que saca un pañuelo blanco, igualmente patético, cada fin de semana. Sinceramente duele esa sensación de mirar cómo los rostros de una gran fotografía virtual se van oscureciendo hasta casi borrarse, concluir que habrá charlas que nunca habrán de repetirse y ojos que ya no se cruzarán. Éramos un grupo curioso, sui géneris para ser más sinceros, un equipo de porristas (porque la aplastante mayoría era femenina) en donde en un principio me divertía de lo lindo atestiguando cómo nuestro idioma era destrozado a jirones por una decena de europeas decididas a pensar en él, soñar y reír en él, y creo que al final lo consiguieron. Ahora que todo está por terminarse, de verdad agradezco haber pertenecido a este bizarro conjunto de canicas que se golpean unas a otras hasta caer en agujeros distintos, aunque sabiendo de antemano que las ruinas de nuestra pequeña torre de Babel, aun incendiadas, siempre quedarán incólumes en medio del desierto. Yo era el mexicano, el de más edad y el único que no pisaba Barcelona en calidad de intercambio Erasmus. A todos los conocí por M. y con cada uno de ellos y ellas, sobre todo, tuve por lo menos una plática en la que a sonrisas nos percatábamos que ni somos tan distintos ni olíamos diferente después de una noche de juerga. Si bien, la peor parte de este pequeño suplicio apenas empezará el lunes con la partida de K., allí iniciará la bajada en avalancha por una calle llena de topes que parece no tener final, y si lo tiene no es otro que un muro tan duro y áspero como el que la hacía de columna vertebral ese Berlín perdido que tanto lloró. Qué extraño, nunca pensé que lo diría pero sí, después de todo, yo también soy Erasmus.

Thursday, July 08, 2004

Rituales y medallas

Si no recuerdo mal, Paul Sheldon era el nombre del personaje principal de Misery, uno de los escritos salvables de Stephen King y que el gran James Caan interpretó en la pantalla. Pues bien, el tal Sheldon, escritor y antiguo fumador, tenía la costumbre de atenderse con un tabaco únicamente al terminar una novela, y dicho cigarrillo sólo podía ser encendido con cerillas de madera (uy, pus qué delicado, diría mi compa C.). Si bien, creo que es válido aquello de los rituales. Obviamente yo soy mucho más chafa y poquitero, de entrada porque no soy novelista sino articulista lo cual, sumado al hecho de que que Stephen King no fue quien me dio la vida (en dado caso preferiría ser Jack Torrance de The Shining), y de que carezco de una fanática tan intensa y gorda como Annie Wilkes (Kathy Bates), me aleja de tanta esquisitez. Sin embargo, casi siempre que le pongo punto final a uno de mis escritos me da por poner rock duro a altos decibeles y practicar mi air guitar a lo largo y ancho de la habitación. Probablemente me veo ridículo pero no me importa, al fin y al cabo el único que me ve es un gato gordo (Tubs) que ni es mío y el único que acaba exhausto y en calzoncillos soy yo. Patético pero hermoso al mismo tiempo, como esas medallas que las monjas del Vallarta me repartían como dulces en la infancia y que, por mucho tiempo, se convirtieron en mi objeto más preciado. Tanta simpleza a veces da miedo...

Rituales y medallas

Si no recuerdo mal, Paul Sheldon era el nombre del personaje principal de Misery, uno de los escritos salvables de Stephen King y que el gran James Caan interpretó en la pantalla. Pues bien, el tal Sheldon, escritor y antiguo fumador, tenía la costumbre de atenderse con un tabaco únicamente al terminar una novela, y dicho cigarrillo sólo podía ser encendido con cerillas de madera (uy, pus qué delicado, diría mi compa C.). Si bien, creo que es válido aquello de los rituales. Obviamente yo soy mucho más chafa y poquitero, de entrada porque no soy novelista sino articulista lo cual, sumado al hecho de que que Stephen King no fue quien me dio la vida (en dado caso preferiría ser Jack Torrance de The Shining), y de que carezco de una fanática tan intensa y gorda como Annie Wilkes (Kathy Bates), me aleja de tanta esquisitez. Sin embargo, casi siempre que le pongo punto final a uno de mis escritos me da por poner rock duro a altos decibeles y practicar mi air guitar a lo largo y ancho de la habitación. Probablemente me veo ridículo pero no me importa, al fin y al cabo el único que me ve es un gato gordo (Tubs) que ni es mío y el único que acaba exhausto y en calzoncillos soy yo. Patético pero hermoso al mismo tiempo, como esas medallas que las monjas del Vallarta me repartían como dulces en la infancia y que, por mucho tiempo, se convirtieron en mi objeto más preciado. Tanta simpleza a veces da miedo...

Tuesday, July 06, 2004

En repetición

Al final todo se repite. El mensaje a unos ojos que no lo verán, nuestras ansiedades, la canción que nos hace llorar, la que nos eriza los cabellos de la nuca, la que queremos para nuestro propio funeral. Se repiten también nuestras sonrisas chuecas y nuestras necedades, y esas lágrimas imparables provocadas por la secuencia de la película vista mil veces. Una y otra vez el dedo terco sobre el teclado estúpido, el dedo estúpido sobre el teclado necio y el saberse un perdedor con suerte o un afortunado que ha aprendido a perder. Nos dijeron que al final la serpiente siempre se muerde la cola, pero nunca cuántas dentelladas hará para conseguir tal propósito, ni si perderá los colmillos por tanto esfuerzo. Y una flor, arrancada a la cábala, bien puede poseer seis pétalos que caen con lentitud sobre un cielo que emerge... o eso es lo que quiero pensar.

A Una Flor

A Margarita:
Un día que fue saltado, que no existió, que se resbaló por mi cuerpo blanquísimo, de vampiro... soy un chupasangre que traga horas sin sal en medio de cuerpos torneados y de bronceado impecable que yo no invité al convite. No puedo tolerar el hecho de que esas masas de carne tostadas sepan que me engullí 1440 minutos completitos ni mis razones para hacerlo, mucho menos que adivinen que la indigestión ya empieza a hacer de las suyas a base de recuerdos. Eso sólo me pertenece a mí, a nosotros. Y es que allí, en el metro, mientras le cantaba a nadie y a todos, no podía evitar el sentirme desnudo y observado con juicio, con un dejo de lástima que casi me hace reventar la guitarra contra el suelo. ¿Qué saben ellos de lo que construimos tú y yo, de nuestro acuerdo silencioso, de las palabras que siempre nos dijimos sin hablar? Allí no hubo calma, no, mi señora, ésa, como la puesta de sol, hubo de llegar hasta la tarde, cuando al fin, después de tanta rabia y confusión tragadas a cucharadas grandes, asumí el hecho de que simplemente estás cansada y ya es hora de ir a dormir. No pasa nada, serás de nuevo la niña que monta ballenas sobre un océano tempestuoso y yo... yo desde aquí te sigo mirando.

A Una Flor

A Margarita:
Un día que fue saltado, que no existió, que se resbaló por mi cuerpo blanquísimo, de vampiro... soy un chupasangre que traga horas sin sal en medio de cuerpos torneados y de bronceado impecable que yo no invité al convite. No puedo tolerar el hecho de que esas masas de carne tostadas sepan que me engullí 1440 minutos completitos ni mis razones para hacerlo, mucho menos que adivinen que la indigestión ya empieza a hacer de las suyas a base de recuerdos. Eso sólo me pertenece a mí, a nosotros. Y es que allí, en el metro, mientras le cantaba a nadie y a todos, no podía evitar el sentirme desnudo y observado con juicio, con un dejo de lástima que casi me hace reventar la guitarra contra el suelo. ¿Qué saben ellos de lo que construimos tú y yo, de nuestro acuerdo silencioso, de las palabras que siempre nos dijimos sin hablar? Allí no hubo calma, no, mi señora, ésa, como la puesta de sol, hubo de llegar hasta la tarde, cuando al fin, después de tanta rabia y confusión tragadas a cucharadas grandes, asumí el hecho de que simplemente estás cansada y ya es hora de ir a dormir. No pasa nada, serás de nuevo la niña que monta ballenas sobre un océano tempestuoso y yo... yo desde aquí te sigo mirando.

A Una Flor

A Margarita:
Un día que fue saltado, que no existió, que se resbaló por mi cuerpo blanquísimo, de vampiro... soy un chupasangre que traga horas sin sal en medio de cuerpos torneados y de bronceado impecable que yo no invité al convite. No puedo tolerar el hecho de que esas masas de carne tostadas sepan que me engullí 1440 minutos completitos ni mis razones para hacerlo, mucho menos que adivinen que la indigestión ya empieza a hacer de las suyas a base de recuerdos. Eso sólo me pertenece a mí, a nosotros. Y es que allí, en el metro, mientras le cantaba a nadie y a todos, no podía evitar el sentirme desnudo y observado con juicio, con un dejo de lástima que casi me hace reventar la guitarra contra el suelo. ¿Qué saben ellos de lo que construimos tú y yo, de nuestro acuerdo silencioso, de las palabras que siempre nos dijimos sin hablar? Allí no hubo calma, no, mi señora, ésa, como la puesta de sol, hubo de llegar hasta la tarde, cuando al fin, después de tanta rabia y confusión tragadas a cucharadas grandes, asumí el hecho de que simplemente estás cansada y ya es hora de ir a dormir. No pasa nada, serás de nuevo la niña que monta ballenas sobre un océano tempestuoso y yo... yo desde aquí te sigo mirando.

A una flor

A Margarita:
Un día que fue saltado, que no existió, que se resbaló por mi cuerpo blanquísimo, de vampiro... soy un chupasangre que traga horas sin sal en medio de cuerpos torneados y de bronceado impecable que yo no invité al convite. No puedo tolerar el hecho de que esas masas de carne tostadas sepan que me engullí 1440 minutos completitos ni mis razones para hacerlo, mucho menos que adivinen que la indigestión ya empieza a hacer de las suyas a base de recuerdos. Eso sólo me pertenece a mí, a nosotros. Y es que allí, en el metro, mientras le cantaba a nadie y a todos, no podía evitar el sentirme desnudo y observado con juicio, con un dejo de lástima que casi me hace reventar la guitarra contra el suelo. ¿Qué saben ellos de lo que construimos tú y yo, de nuestro acuerdo silencioso, de las palabras que siempre nos dijimos sin hablar? Allí no hubo calma, no, mi señora, ésa, como la puesta de sol, hubo de llegar hasta la tarde, cuando al fin, después de tanta rabia y confusión tragadas a cucharadas grandes, asumí el hecho de que simplemente estás cansada y ya es hora de ir a dormir. No pasa nada, serás de nuevo la niña que monta ballenas sobre un océano tempestuoso y yo... yo desde aquí te sigo mirando.

A una flor

A Margarita:
Un día que fue saltado, que no existió, que se resbaló por mi cuerpo blanquísimo, de vampiro... soy un chupasangre que traga horas sin sal en medio de cuerpos torneados y de bronceado impecable que yo no invité al convite. No puedo tolerar el hecho de que esas masas de carne tostadas sepan que me engullí 1440 minutos completitos ni mis razones para hacerlo, mucho menos que adivinen que la indigestión ya empieza a hacer de las suyas a base de recuerdos. Eso sólo me pertenece a mí, a nosotros. Y es que allí, en el metro, mientras le cantaba a nadie y a todos, no podía evitar el sentirme desnudo y observado con juicio, con un dejo de lástima que casi me hace reventar la guitarra contra el suelo. ¿Qué saben ellos de lo que construimos tú y yo, de nuestro acuerdo silencioso, de las palabras que siempre nos dijimos sin hablar? Allí no hubo calma, no, mi señora, ésa, como la puesta de sol, hubo de llegar hasta la tarde, cuando al fin, después de tanta rabia y confusión tragadas a cucharadas grandes, asumí el hecho de que simplemente estás cansada y ya es hora de ir a dormir. No pasa nada, serás de nuevo la niña que monta ballenas sobre un océano tempestuoso y yo... yo desde aquí te sigo mirando.

A una flor

A Margarita:
Un día que fue saltado, que no existió, que se resbaló por mi cuerpo blanquísimo, de vampiro... soy un chupasangre que traga horas sin sal en medio de cuerpos torneados y de bronceado impecable que yo no invité al convite. No puedo tolerar el hecho de que esas masas de carne tostadas sepan que me engullí 1440 minutos completitos ni mis razones para hacerlo, mucho menos que adivinen que la indigestión ya empieza a hacer de las suyas a base de recuerdos. Eso sólo me pertenece a mí, a nosotros. Y es que allí, en el metro, mientras le cantaba a nadie y a todos, no podía evitar el sentirme desnudo y observado con juicio, con un dejo de lástima que casi me hace reventar la guitarra contra el suelo. ¿Qué saben ellos de lo que construimos tú y yo, de nuestro acuerdo silencioso, de las palabras que siempre nos dijimos sin hablar? Allí no hubo calma, no, mi señora, ésa, como la puesta de sol, hubo de llegar hasta la tarde, cuando al fin, después de tanta rabia y confusión tragadas a cucharadas grandes, asumí el hecho de que simplemente estás cansada y ya es hora de ir a dormir. No pasa nada, serás de nuevo la niña que monta ballenas sobre un océano tempestuoso y yo... yo desde aquí te sigo mirando.

Sunday, July 04, 2004

Palabras muertas

El destino pudo más que yo. Eran palabras, simples palabras y algo o alguien se las tragó frente a mis ojos. Nada puedo hacer, tal vez sólo llorarlas y despedirme de ellas con un ridículo pañuelo en la mano y esperar a mañana, con la esperanza, eso sí, de que caigan como bomba en el estómago del dios glotón del Internet. Tal vez así las vomite algún día y me las devuelva.
Algo me duele bastante...

Saturday, July 03, 2004

Abuelo Brando...

Se nos fue Brando y no volverá. Me enteré el jueves por la noche y de repente se me juntaron dos nostalgias. Y es que se parecía tanto a mi abuelo A., sobre todo cuando interpetó al inolvidable Vito Corleone en El Padrino, y específicamente cuando baila con su hija Constanza en la secuencia de la boda con que inicia la película: La clase innegable, el estilo innato desbornándose por barbillas hermosa y peculiarmente prógnatas, más o menos la misma corpulencia (bueno, mi abuelo y su herencia gallega sumaban algunos kilos de más), el bigotito recortado con la paciencia de cirujano aplicando el bisturí a corazón abierto y el pelo engominado hacia atrás. Ya extrañaba a uno y ahora echaré de menos a dos. Mala suma para días demasiados calurosos en los que no cabe la tristeza, o por lo menos se hace todo para no dejarla entrar. Ay, el Brando aquél, el primer actor que desde mi heterosexual corazón, sin empachos y después de mirar Un Tranvía Llamado Deseo, me forzó a concluir: "Ay güey, éste sí que era guapo", el mismo que me transmitió el signficiado de la soledad inacabable en El Último Tango en París y que clavó esas frases de "El Horror, El Horror" en mi cabeza después de Apocalipsis Ahora. Nos dejó convertido en un viejo calvo y patético, sí, pero detrás de sus ojos apagados continuaba ese dejo de rebeldía que siempre fue más fuerte que él. Un abuelo no puede morir dos veces y tal vez por ese simple hecho lloraría, quizá nomás por llevar la contraria y tomar un pretexto para dobletear un velorio que, a la postre y para ser sinceros, siempre es infinito, pero la verdad es que me quedé seco de llanto en la primavera pasada, aunque prometo hacer mi máximo esfuerzo para el año que viene. Todo sea por Tata...

Friday, July 02, 2004

Vampiros veraniegos

A. tenía razón. Barcelona posee algo lúgubre y más que misterioso, macabro. No me cuesta demasiado trabajo pensar en una horda de vampiros veraniegos cazando a los guiris despistados que se separan de su grupo (sí, porque siempre caminan en conjuntos que a ratos forman una masa uniforme barnizada de cabellos rubios) a causa de una borrachera construida a base de mojitos o debido al poco control de sus impulsos de me-querer-contigo-mrs.-prostituta-senegalés-right-now. Sería tan fácil para los nosferatu hacerse de esas presas invertebradas y desangrarlos antes del amanecer. Me los imagino allí, sobre las viejas construcciones que hay sobre las Ramblas, acechando, guiándose por los ininterrumpidos flashes de las cámaras y los altísimos decibeles con los que estos peculiares turistas celebran hasta el más insignificante de los acontecimientos. Por si las dudas, he decidido que no volveré a sacar un mapa por las noches, prefiero perderme, como tantas veces, en una calle solitaria...

Yo, Cro-Magnon

"Plain women know more about men that beautiful ones do. But beautiful women don't need to know about men. It's the men who have to know about beautiful women". Kahtherine Hepburn. K. me extiende la nota y pone algo de sus ojos de gato sobre la mesa, junto al par de claras que bebemos. Curioso el que cite a la otra Hepburn y no a Audrey, de quien se confiesa fanática absoluta, y más curioso aún el que me haya regalado dicha frase a manera de consuelo, pues bien sabe que mi gran interrogante, interminable, infinita, fue, es, y será, el tratar de descifrar, aunque sea un poco, los códigos silenciosos de las mujeres. Nunca he conocido a una fémina en mi vida que no se guarde algo dentro, secretos con formas de telaraña que se pegan en los rincones más oscuros de su alma, símbolos crípticos que sólo ellas pueden descifrar. De nada sirve deseperarse, patalear, golpear las paredes o elevar el tono de voz, los secretos seguirán encapsulados y no existirá poder humano que los haga salir. A lo mucho habrá un pequeño asomo que durará menos que la sonrisa de un condenado a muerte, y además tampoco será desdoblado en palabras: su manifestación consistirá en cierta mirada, en la caricia al oído derecho, en un par de dedos deslizándose por la nuca. Y después, ante el ineludible interrogatorio, responderán frases cosidas a medias o preferirán cambiar el tema con una habilidad de estratega militar, sin inmutarse ante esa mirada que tan poco ha cambiado desde los tiempos del hombre de Cro-Magnon hasta ahora. Cuando pasa todo esto, a mí me dan ganas de tomar un par de lanzas, olvidarme de todo y salir a cazar un par de mamuts playeros, pero sé que ni así me podría desenredar de esta determinante conclusión: Las mujeres son como una novela de Hemingway, en donde siempre importa más aquello que no se dice...