Jueves
Hoy sonó un estruendo en toda Barcelona. Como si la ciudad hubiese sido partida por la mitad por Zeus o un dios de su rango. Lo primero que hicieron los catalanes, incluso los más viejos, fue abandonar sus panes con tomate y coger del brazo a sus mujeres y sus niños con la idea de partir a otro sitio, aunque fuese el País Vasco o el rincón más solitario de Castilla. Los extranjeros, que bien podrían sumar más del cincuenta por ciento de sus habitantes, compraron inmediatamente sus billetes de avión para regresar a su lugar de origen y los inmigrantes, casi todos de ojos negros y bocas medianas, se hincaron para dirigir el que creían que sería el último de sus pensamientos a sus seres queridos.
Al final resultó que no fue nada. Por lo menos nada grave. Solamente un mexicano que lloraba en medio de la calle.
Al final resultó que no fue nada. Por lo menos nada grave. Solamente un mexicano que lloraba en medio de la calle.