Wednesday, June 30, 2004

Quince

Página de diario virtual (por darle algún nombre) número quince: 5 + 1 = 6... el número imperfecto sobre mis hombros cansados, y también allí adentro, por la garganta, deslizándose como virus maligno en ese par de cuerdas vocales que de repente se quebraron mientras cantaba One de U2. Alguien me arrojó un euro, más por piedad que por mis dotes artísticas, y tiempo después, probablemente luego de pensárselo un buen rato, un guiri en plan de buen samaritano prefirió el cambalache de seis bocadillos de desconocida procedencia por una emotiva interpretación de una de las rolas de la Chapman. Al final la experiencia en el corredor de Passeig de Gracia, mejor conocido como "el túnel de la muerte", resultó harto placentera, alejada por completo de los malos augurios que alguien o algo me reveló en sueños una noche antes. Ignoro si la buena suerte se debió al aceite de gardenia que el músico que estaba antes que yo insistió en untarme sobre la mano derecha o el primer encuentro que tuve con el bobmarleyforever, a quien ya había visto, pues también pinta su rabia a guitarrazos en los muros de los pasajes subterráneos.
-Te he escuchado por ahí, tocas bien- le dije como no queriendo la cosa.
- What?- me contestó moviendo a medias las trenzas y clavando sus ojos oscurísimos, como de árabe, en mis pupilas de perro triste.
- That I've seen you round there... mmmm... what's your name?- pregunté quitado de la pena.
-Mr. X. Call me Mr. X- me contestó y luego se dio la media vuelta. Después empezó, más que a caminar, a flotar por entre innumerables cabezas. Yo me quedé viendo su espalda como tratando de deshebrar su respuesta sobre el plato de sopa, y entonces se volvió y me hizo el signo de paz con la mano derecha... qué mensajes tan extraños tenemos a veces los especímenes anacrónicos, poseen un pegamento tan especial, tan increíblemente fuerte, que horas después, cuando miraba al tal Davids tratando de salvar la honra de Holanda en el partido contra Portugal, yo no dejaba de pensar en el rasta man y en lo mucho que se parecía al futbolista de la gafa inamovible y también en que es muy raro que a mi cabeza entre más de un gol el mismo día... y el primero fue contundente.

La Giganta

No sé ni siquiera si su nombre se escriba Anne o Hanne. Lo cierto es que partirá este día de regreso a Hannover, descrita por ella misma (y varios más) como "la ciudad más fea de Alemania". Yo la veía inmensa, terriblemente enorme, lo suficiente como para en nuestros primeros encuentros este minimexicano de 1.73 metros y 58 kilos de rock no se arriesgara a hacerla enojar, temiendo que un feroz puntapié de sus larguísimas piernas o el típico pase "martillo" a dos manos me dejaran balbuceando como Elvis en su último concierto. Sin embargo, la giganta posee un corazón enorme, proporcional a su tamaño. Ni siquiera se inmutó cuando le dije que lo único que sabía de su ciudad natal era que de allí también provenía Fritz Haarmann, también conocido como "El Vampiro de Hannover", singular personaje que se refrescaba en las tardes de verano bebiendo la sangre humana de sus víctimas. Pero la sonrisa noqueó al morbo y la noche a los adioses. Ha sido la amiga más alta que he tenido (y con bastante seguridad, que tendré) en mi vida y apenas bebía una copa de vino blanco cuando las pláticas o la música hacían trastabillar al aburrimiento. Nunca la vi perder compustura ni enfadarse, y su amabilidad parecía arrancada a embajadores. Eso sí, siempre tuve ganas de que me diera un recorrido "a caballito" por las Ramblas a máxima velocidad, y que le gritara a los peatones en alemán algo así como "fuera de mi camino, perdedores". Escena algo extraña pero que me hubiese encantado protagonizar. Si la vuelvo a ver, seguro le pido el favorcito...

Tuesday, June 29, 2004

Cita

Después de por lo menos siete años de no cruzarnos por la vida lo más lógico era que tratara de hacerme una imagen mental de P. Y es que los estragos del tiempo luego son más crueles que los niños del kínder, a los que todavía no les da por mentir. Pero no, nada de barrigas pronunciadas ni preocupantes líneas definidas de ese accidentado mapa que Keith Richards nos heredará a todos. Supongo que tantos años en Madrid le han hecho bien, le han brindado cierta calma, pues no tuvo reparos en desenterrar junto conmigo a varios "muertos", nombres que no se habían puesto en nuestros labios desde aquella preparatoria desechable, tan increíblemente parecida a esas high schools de olvidables películas gringas, y en donde él bien pudo haber sido el "chico popular" y yo el "freak" inadaptado que nunca "se halló". Muchas veces me he preguntado por qué nos llevábamos tan bien, qué era lo que al final nos sentaba en la misma banca. Varias horas después del inusual encuentro, mirando las pocas estrellas tejidas sobre el cielo catalán y con mi cabeza postrada sobre la dulce barriga de E., me dio por adelantar nostalgias, de las buenas, de las duras, de las que están dispuestas a aguantar siete años y más... no me preguntes cómo pasa el tiempo.

Sunday, June 27, 2004

Noches perversas...

Otra vez Boogie Nights, el "elefantioso instrumento" de Dirk Diggler y toda la rubiez de Rollergirl peinando un incontable número de sábanas. Allí se encuentra una de mis secuencias favoritas, cuando el mencionado Dirk y sus cocainómanos compas quieren timar a un loco millonario cuya principal debilidad, además de fumar base y divertirse jugando ruleta rusa, son los chinos trona cuetes y las "baladas poderosas". La escena es perfecta, absurda, angustiante, un poco como si un episodio de los Dukes de Hazzard hubiese sido escrito por el densísimo José Agustín en la época de Final en la Laguna (Se Está Haciendo Tarde). Algo de pequeña nostalgia hay allí, tal vez por esos conjuntitos unicolor que vestían todos en ese entonces, desde mi papá hasta Lee Majors cuando se enfundaba de Steve Austin, El Hombre Nuclear, y también por un puñado de memorables canciones que maquillan a la perfección los espectaculares plano secuencia de Paul Thomas Anderson. Quisiera decir que esta vez la inclusión de la multimencionada en otras ocasiones, God Only Knows de los Beach Boys, no me provocó casi nada pero mentiría, tanto como una porn star frente al juzgado que amenaza con quitarle a su hijo o la misma pornstar simulando un orgasmo. Y hoy de mentiras nada, los domingos suelen ser días de mala suerte, en los que al karma police le da por hacer de las suyas... y con eso sí ya no me meto.

Tres días en tres actos...

VIERNES
Él: ... a mí me gusta que estén de regreso las faldas por acá, como que en México es más difícil. Pero es que también te acaban por la calle.
ELLA: Uh sí, si no yo también las usaría más veces.
CJ: A mí también me encanta cómo se ven con falda. Pero bueno, creo que todavía está más cardiaca la modita de acá que casi todas tienen de usar la tanga de fuera. Además, no a todas les queda.
ELLA: A mí además se me hace que eso es demasiado.
ÉL: Nunca es demasiado...

SÁBADO
ELLA: Creo que todo empezó con los Beatles. Era lo único que nos gustaba a los cuatro de mi familia cuando viajábamos en carretera. Y bueno, creo que allí empezó todo...
CJ: A mí me fue más difícil. Tengo un pasado oscuro porque a mi mamá le gustaba algo así como el pop en español de entonces. Ya sabes: Emmanuel, El Puma, José José... y mi papá escuchaba lo mismo y cuando la hacía de Dj no había de otra: o era ópera o música clásica y hasta ahí. Y siempre era los domingos, que a la fecha odio porque siempre dejaba las tareas hasta el final. Los sigo odiando.
ELLA: Yo también... ah, pero te decía. Después tuve como un periodo de obsesión con John Lennon.
CJ: ¿Tú también?
ELLA: Sí.
CJ: A mí también me cambiaron la vida los Beatles. Eso sí, todavía cuando escucho a José José me da una melancolía extrañísima. Una nostalgia que no sé si podría explicar... como de hojas secas.

DOMINGO
ELLA 2 (señalando una taza): ¿Te sirve de algo?
CJ (frente a computadora): No.
ELLA 2 (señalando un vaso): ¿Te sirve de algo?
CJ: Tampoco
ELLA 2 (abriendo mucho los ojos): Y tú, ¿sirves de algo?
CJ: Por ahora, de nada...

Friday, June 25, 2004

God only knows...

No sé por qué este pensamiento me ataca justo en este instante. Pretendía, como casi siempre, sacar una víscera rota y triste a la intemperie y al final ganó la música otra vez, llevándome de nuevo contra las cuerdas a las que sólo ella, y nadie ni nada más que ella, me arroja. Sólo a través de las notas me dan ganas de echarme, de cuando en cuando, un clavado en la alberca de los convencionalismos, pero no nada más un remojón de tobillos, sino un baño desde el dedo gordo del pie de hasta la base del cráneo, e imaginarme vestido de novio en la boda más patética que pueda existir, y bailar con "ese alguien" la mexicanísima y tradicional canción de pareja, dejando por cinco minutos a cualquier invitado ausente, invisible. La batalla, hasta hace poco, la llevaba bien ganada Wonderful Tonight de Eric Clapton, pero God Only Knows de los Beach Boys me vuelve loco, me permite rasguñar universos a los que creo que no nací para pertenecer pero sí tocar, sí considerarlos algo posible en el mundo de imposibles. Y eso asusta e inspira, y se rompe y reconstruye como pedazos de plastilina pasados de generación en generación en un salón de kinder... pero, por favor, nada de esmoquin, las gargantas limpias siempre serán mucho más hermosas y elegantes... y eso hasta Dios lo sabe.

El Cocinero... y su amante

Ayer, como pocas veces (cuando el agotamiento gana la batalla) otra vez me dieron ganas de cambiar mi pobre reino por una cama de arroz o dormirme en el surco dibujado en medio de una frente. Y es que al final ya no supe qué había pesado más en el día, si la mínima charla que entablé con Ferran Adrià, supuestamente el mejor chef del mundo, en la que me habló de recetas, de las manos gordas con que lo ha palmeado el destino y también sobre su extraña obsesión por las mexicanísimas petroleras, todo ello registrado ya en mi grabadora por un pedazo de eternidad, o el intercambio oral que por la noche tuvimos A. y yo con respecto a ese indefinible ser llamado Amor. Se asomaba ya la madrugada y nos sentamos frente a la mesa, como para no dejar atrás el toque culinario que yo venía arrastrando, y nos mostramos uno al otro las fotografías virtuales que le habíamos tomado a tan peculiar personaje en momentos distintos de nuestras vidas, y entonces la sorpresa llegó sin avisar (y el terror también), pues las placas de A. y yo coincidían demasiado: en ocasiones el Amor era retratado como un monstruo peludo de tres cabezas, pero en otras era un ángel bellísimo, el impulso necesario para saltar a un hermoso vacío, el Todo. Mi intención, cabe decirlo, era sentarme, como cada día, frente a esta pantallita coquetona y vomitar los resultados de la ecuación cotidiana, pero me ganaron el cansancio y unas irrefenables ganas de escapar en los sueños. Entonces deseé con todas mis fuerzas olvidar por unas cuantas horas ese temido álbum de fotos, sepultar en el olvido todas sus caras, gestos, el mínimo de sus parpadeos y simplemente descansar, pero no, faltaba una nueva cita, esta vez no solicitada, con Adriá quien, sosteniendo en una bandeja de plata su famosísimo mousse de tortilla de patata, me repetía una y otra vez: No olvides, el Amor siempre entra por el estómago. Y ya no sé si por eso desperté con un poco de náusea mezclada con una felicidad infinita... rara combinación, extrañísima mezcla de ingredientes.

Wednesday, June 23, 2004

San Juan...

El adiós definitivo de la Rollinga se vistió con cuetes (petardos les llaman por acá, así, como también a los que son imbéciles). Se lleva bajo el brazo una copia de Los Detectives Salvajes dedicada, un manojo de recuerdos y arena dentro de los zapatos. K. arrojó burbujas a las que les soplaba como para que no me tocaran, a veces me da un no se qué con esas gotas de agua que flotan, tal vez más que nunca en un día de San Juan en donde el mar estuvo más mudo que nunca, aguardando cierta venganza... de ser así, lo mejor es que me agarre dormido, para que ni me dé cuenta o por lo menos, vistiéndome un poco de histrionismo, lo acabe fingiendo. Y es que otra vez, como casi siempre, el más brutal espectáculo no estuvo en el cielo iluminado o la playa pavimentada de borrachos sino dentro, demasiado tal vez... es hora de cerrar el telón junto con los ojos.
Agur I., agur

Tuesday, June 22, 2004

El adiós de la Rollinga...

Mañana se va I., o pasado mañana, da igual, lo hará al ritmo de los Stones y con las gafas pesando sobre su vasca nariz. A últimas fechas nos llevábamos tan bien... me habló tanto de su Bilbao perdido y de las manis y de las piedras arrojadas sobre los policías desde su antebrazo en épocas en las cuales ni la barba le salía y donde nunca supo del todo contra quién o contra qué peleaba. Me dibujó la genealogía de Jagger, y la de Richards, sin exculpar a ninguno de la anulación de Brian Jones y de miles de mariposas que se pegaron a su tumba como rémoras al estómago insaciable del tiburón. Me confesó de sus amores perdidos y sus tristezas más frías, y también de la la receta secreta para dejar al kalimocho en su mero punto... y mientras lo veía con la mirada algo perdida (de ambos) supe que a la amistad también le da por temblar a ratos, sin importar que sea verano y al sol catalán no le de por medir sus fuerzas. Y es que a veces los adioses son como una canción de los Rolling: una lágrima por aquí, un escupitajo armado con ironía por allá y una lengua estacionada, perenne, inamovible, recordándonos que la saliva siempre corre imparable y que Ellas, son y serán, hasta el fin, como un arcoiris. Y lo mejor, siempre tendremos que bajar para abajo y subir para arriba.
Salud, Rollinga, salud...

Monday, June 21, 2004

La flaqueza del bolchevique

Una Lolita arañando la amplia frente de un actor español llamado Luis Tosar, pegada como calcomanía en su rostro de malo, en el pedazo de oreja de izquierda que le falta, y también en cada poro de su cerradísima barba... Ni hablar, la mirada de la niña-mujer cautiva, menos, eso sí, que la Natalie Portman de The Professional de Luc Besson, pero más que otras que han querido bailar sobre la tumba de Nabokov. Y yo la observaba y pensaba en nada y todo, en que quizá, en un pedazo del espacio, existe la oportunidad de un amor sin tiempo, en que tal vez todos hemos deseado en algún momento, meternos en el cuarto de un/una desconocido/a para perder nuestra sombra y así tener un pretexto para volver de rodillas a rogarle a esa persona que nos la teja de nuevo a las plantas de los pies, para que no se escape, para que las manecillas se detengan de nuevo y el cucú deje de arrancarnos de nuestros sueños. A veces despertar es tan parecido a una pequeña muerte y tan similar a la mirada avejentada sobre la acera de un patio escolar. La nostalgia es peligrosa, y vuelve vestida de una deliciosa perversión que se peina con coletas, y si no me creen pregúntenle a un inusual bolchevique que se disecó por dentro...

Sunday, June 20, 2004

Desde el jardín

"A mí siempre me pasan ese tipo de cosas", le dije a K. desde una especie de velero (catamarán le llaman) que te da una vuelta por el mar bajo el módico precio de nueve euros. Sólo un minuto antes mi tenis derecho había sido tragado por las profundidades de las aguas catalanas para la eternidad. Y es que sí, tras el silencio en el que nos montamos después de mi aseveración me vinieron a la cabeza todas esas peculiaridades que en ocasiones siento que sólo pueden pasarme a mí: recordé la vez que me vi atrapado por el cinturón de seguridad del asiento de mi coche en la universidad, y también de la vez que la única abeja que podía haber en todo Querétaro tuvo la ocurriencia de depositar su fatal veneno en mi nariz. Esa vez un par de avapenas y mi rostro deforme fueron suficientes para que la fémina que pretendía abordar me diera la vuelta como a toro de lidia. Supongo que lo mejor ante todo esto es meter monedas a la máquina de la autoburla, reírse para dentro y para fuera y creer que la vida, a ratos, no es muy distinta a una película de Peter Sellers. Eso sí, al regresar descalzo y con mi tenis derecho izquierdo columpiándose con tristeza en uno de mis brazos, una rebanada de melancolía entro junto conmigo al último vagón del metro y allí, ante el par de ojos curiosos que no dejaron de mirarme durante todo el trayecto, concluí que la soledad debe ser algo así como un tenis flotando en medio del océano que no se cansa de esperar.

Saturday, June 19, 2004

This is not here...

A veces me cuesta trabajo comprender lo frágiles que somos y meter ese concepto en el costal de la cotidianeidad. Poca prudencia la de esta mente totalmente sobria a las cinco de la madrugada pero ya saben, a las ideas les da por llegar en los momentos en que menos se les solicita... uy, sí, la cotidianeidad y la belleza metida sin calzador alguno en lo simple. Eso pensaba cuando venía de regreso en el nit bus, acompañado de Maria sin acento, la austriaca psicóloga que tantas veces me vio escupir víboras de tres cabezas ante sus ojos azules bien abiertos. Está por irse y eso me da un no sé qué... y tal vez por eso me ofrecí a cargar la caja de bizcochos que había comprado en quién sabe dónde y sugerirle que durmiera en el trayecto, y mientras sus lacios cabellos rubios le cubrían la mitad de esa cara que ya había encontrado en la ventanilla a su mejor aliado, a mí me venía a la cabeza esa pequeña frase de Lemon de U2: Midnight, is where the day begins, pero como desde siempre poseo una enfermiza obsesión por la complejidad, al final ya no supe qué verso resumía de forma más adecuada a la simplicidad misma, si ésta o la que Peter Gabriel acuñó en la increíble Carpet Crawlers: You've got to get in to get out.
Y lo único que sé ahora es que no podré dormir sino hasta sacar una conclusión.
Entrar para salir en una noche que ya es día... qué bello también es en ocasiones lo complejo.

Friday, June 18, 2004

Tres caídas...

Los viejos, en su afán por deshacerse de las monedas, no suelen desprenderse de más de cinco céntimos, como temiendo que comiencen a apestar dentro de sus bolsillos, o por lo menos eso me atrevo a concluir pues, ¿cómo es que les gusta Yellow? Digo, puedo comprender que un inglés con el rostro encendido por el sol, ataviado con bermudas, zapato bajo y sombrero ridículo, empiece a bailar como oso en brama con Brown Eyed Girl de Van Morrison hasta al fin decidirse a colocar un euro en el estuche, pero realmente me cuesta mucho trabajo imaginar a un octagenario recordando a su amor de verano mientras canta: Look how they shine for you... pero todo puede pasar en la Barcelona ardiente, o por lo menos en el pedazo de ella que pasa por la mirada de este individuo que se suma a la gran hilera de personajes urbanos. Menos mal que no soy misántropo, o por lo menos no tanto como Enrique. De serlo, entre canción y canción me entretenería disparándole a los púberes que pasan gritando en patines o a los no tan niños que gustosos rebotan esa pelota de basket que termina por opacar la voz. Hoy fue la tercera caída, tercera, y la cuesta parece empinarse más, como si la cavernosa voz de la ciudad me gritara a un centímetro de la cara: "Estás jodido, no lo conseguirás", ¿pero conseguir qué? Si al final yo lo único que quiero es ir a un miserable bar irlandés y hablar con el dueño, seguro un tal O'Brien y decirle: "Mate, please, let me play in your bloody pub". Espero que dado el caso la empresa no sea tan difícil, pero si se pone ruda la cosa le restregaré en su rosado rostro de cejas casi albinas esa deuda histórica que tienen para con México, específicamente por habernos negado por tantos y tantos años una pintita de Guinness... salud.

Thursday, June 17, 2004

Metro

Lo bueno de tocar en el metro es que puedes repetir y repetir las mismas canciones, curtirte poco a poco, dirían los paisanos, y además, si de verdad no andas persiguiendo la chuleta a base de coplas, bien puedes tocar lo que te venga en gana. No más bambas, guantanameras y bobmarleys, que no es por nada pero inequívocamente forman parte del repertorio de la mayoría. Los caprichos pueden entrar por la puerta grande y volver a salir por la garganta rasgada, no importa si es una versión pobretona y sin requinto de Wonderful Tonight de Clapton o una dolidísima interpretación de Fake Plastic Trees de Radiohead, ni tampoco pesan la ausencia de monedas euro tras dejar las cuerdas vocales y medio corazón en el Black de Vedder. Lo que realmente mueve son los rostros sonrientes y los inmutables, los nenes que impulsados por su madre cubren la que de seguro pare ellos es una enorme trayectoria para dejar el níquel pegosteoso en el estuche y claro, las groupies no oficiales a las que les basta donar media indiferencia y ese juego mudo de: "ahora me ves, ahora ya no". La Barcelona hirviendo y los aires cruzados son los únicos testigos inamovibles, apostados sobre los hombros de un mexicano armado con guitarra y ojos tristes que mañana cumplirá su tercera ronda en los confines del subterráneo... todo puede pasar.

Wednesday, June 16, 2004

Gin-chela

La combinación es fatal, sobre todo si se hace a altas horas de la madrugada en compañía de dos colombianos que odian a Fernando Vallejo, tanto, que gustosos se convertirían en sicarios para ultimarlo. En efecto no, no es bueno beber bombay con limón después de varias cervezas en la noche de una Barcelona triste, como tampoco resulta productivo negar que existe una locura de verano que se cuela por entre el aire húmedo y se instala en los dientes y traba la mandíbula y hace que a uno le entren ganas de patear los perros famélicos que roban espacio en Plaza Real. Pero a la ira hay que retenerla, decían mi madre y la tuya, hay que guardarla tras los ojos encendidos y los puños cerrados, que no salga ni con los esturnudos, es mejor bostezarla, aspirarla y meterla dentro y no dejar que salga, no sea que rebote con mayor saña que la resaca que ataca ahora a este viejo de treinta años. El mismo que hoy, por cierto, tal vez aprovechando el calor y la humedad, empieza este bloc de letras tristes...